1932-2013. Nagisa Oshima
Figura descollante de la nouvelle vague japonesa
Controvertido, audaz, iconoclasta, incansable experimentalista en lo formal y figura descollante en la que a fines de los años 50 se llamó la nouvelle vague japonesa, Nagisa Oshima, que murió ayer, a los 80 años, en un hospital de Kanagawa, al sur de Tokio, como consecuencia de una neumonía, ha quedado definitivamente asociado, por lo menos en Occidente, al escándalo que provocó su film más famoso y el que le dio mayor proyección internacional, El imperio de los sentidos (1976).
Sin embargo, este acérrimo crítico de la sociedad y la política japonesas de su tiempo, que ganó con su atrevida obra el premio al mejor director en el Festival de Cannes de 1978, fue bastante más que el autor de esa película que por sus escenas de sexo explícito -estaba inspirada en un hecho ocurrido en los años 30, cuando una criada castró a su patrón y amante, lo que en el film deviene un ritual erótico expuesto con notable rigor-, fue objeto de censura en gran número de territorios y cuya versión integral nunca ha sido proyectada hasta hoy en su país.
La obra de Oshima, nacido en marzo de 1932 y vinculado al cine 24 años más tarde, cuando el azar lo llevó a ingresar en uno de los grandes estudios japoneses, es extensa y abarca cuatro décadas, a partir de 1959, aunque perdió continuidad después del gran fracaso comercial de Max, mon amour (1986), donde, con la contribución de dos habituales colaboradores de Buñuel (el guionista Jean Claude Carrière y el productor Serge Silbermann) contaba el curioso caso de una burguesa de París (Charlotte Rampling) enamorada de un chimpancé, y se hizo todavía más esporádica después de la parálisis a la que lo condenó un primer accidente cerebrovascular sufrido en 1996. Su último film, tras un largo tratamiento de rehabilitación, fue Tabú , en 1999.
Se había interesado en la política antes que en el cine; cursó derecho en Kyoto, se especializó en historia, y de allí pasó a la crítica de cine antes de aprender el oficio en los estudios. Desde el principio generó controversias con sus visiones críticas de la realidad, primero testimoniando los problemas reales de los jóvenes en los duros años de la reconstrucción. Entre 1959 y 1959 rodó 17 de sus 26 largometrajes, casi siempre feroces embestidas contra la sociedad burguesa que fueron poco vistas fuera de Japón. A partir de Ceremonia solemne (1971), la crítica occidental empezó a prestar especial atención a sus films duros, desesperados, lúcidos, y a los documentales que realizó para la televisión, algunos sobre el conflicto en Indochina. Así llegó a Cannes El imperio de los sentidos , y con él el aplauso, el escándalo y la notoriedad internacional.
Vendrían después El imperio de la pasión (1978) y sobre todo, Furyo , o Feliz Navidad Mr. Lawrence , que exponía la tensión homoerótica entre un oficial japonés (Ryuichi Sakamoto) y uno británico (David Bowie) en un campo de prisioneros de Java. Fue el mayor éxito internacional de Oshima. Y el último.
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