Última página. No es para asombrarse tanto
"Aunque el juego es asociado con la primera infancia, es un fenómeno inherente al ser humano, independientemente de edades, géneros y culturas", explica María Regina Ofele, doctora en Psicología Educacional, que no se asombra al ver algunos adultos en un pelotero, ni mucho menos. Ella dirige el Instituto de Investigación y Formación en Juego (www.instituto.ws).
"En nuestra sociedad occidental, el juego en el adulto solamente es admitido dentro de ciertos contextos muy limitados: algunas fiestas, apuestas, deporte, o con la excusa de acompañar a algún chico –continúa–. Y en muchos casos se lo destaca como un signo de inmadurez."
Ofele no lo ve así: "El juego permite ante todo el disfrute, el placer, y desde ahí se puede interactuar desde otro ángulo, abriendo nuevas posibilidades y perspectivas. Así pueden construirse otros estilos de vínculos con amigos, familiares, compañeros de trabajo", y lograr "un contexto de distensión tan necesario, que puede contribuir a un mayor equilibrio físico y psíquico".
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