Para adolescentes de cualquier edad
El sistema de aprendizaje leído como totalitarismo. La pérdida de la identidad individual en la matriz. La autoridad como opresión. Todas esas ochentosas paranoias y la mirada escéptica de la iconografía de The Wall , y su eslogan estandarte ( ¡Hey, profesores, no necesitamos educación! ) parecen claramente fuera de época. No por los paros docentes que nos aporta la rabiosa coyuntura local, sino porque los dilemas educativos de hoy, comienzos del siglo XXI, desde la pérdida de autoridad hasta la brecha digital del sistema pedagógico, no podrían ser más diferentes.
Por eso, cuando en cada una de las nueve noches en River estallen ante más de 45.000 personas los más de 1000 ladrillos de la monumental pared y las pieles de fanáticos de diferentes generaciones se ericen simultáneamente ante uno de las mayores iconos libertarios de la historia del rock, también asistiremos a la creación de un nuevo mito fuera de época: The Wall en River, la mayor convocatoria de un espectáculo pago en el país.
Justamente, esta presentación récord de un disco editado hace tres décadas sólo puede explicarse, entre nosotros, por la vigencia en tiempo y espacio de la elocuente carga antiinstitucional de ese álbum conceptual, luego llevado al cine.
No es casual en un país en el que la desconfianza -o, peor aún, la relación meramente utilitaria- con las instituciones es clave de época. La metáfora de "la picadora de carne" es el símbolo más duradero de una obra que se hace fuerte en su mirada algo inmadura, escolar, para adolescentes de toda edad. Parece poca cosa, pero es casi el único refugio que le queda al rock, convertido en prepotente maquinaria simbólica y comercial: recurrir a las discusiones previas a las responsabilidades adultas para retener algún valor contestatario.
Las amables melodías convertidas en himnos, la marcha de los martillos cruzados y la seriedad de Roger Waters como intérprete minucioso (ya trajo el impecable El lado oscuro de la luna ) hacen lo propio para dejar atrás, en la pasión de multitudes, la seguidilla de cinco River protagonizada por los Rolling Stones, representantes del otro costado de la jovialidad: el hedonismo, la sexualidad...
Así, se pondrán en escena los valores del rock representados en una pared que, literalmente, y para regocijo de todos, vuela por el aire.