Ultima página. Para memoriosos
Entre la superstición, la cábala, las creencias místicas y la literatura, el número siete acredita un especial valor simbólico. Así, la creación ocupó a Dios siete jornadas; son siete las artes tradicionales, las notas de la escala musical y los colores del arco iris; el Espíritu Santo posee siete dones, y son siete las virtudes teologales; los círculos que concentran al infierno son siete; para los musulmanes existen siete cielos; para los hindúes son siete las ramas de la sabiduría; los sacramentos de la catolicidad son siete, y ese mismo número suman los pecados capitales; María, la Virgen, padeció siete dolores; los hebreos cumplen un año sabático cada siete años; las fechas solemnes del calendario judío son siete, y su ceremonial candelabro de oro tiene siete brazos? Y hay más: las maravillas de la antigüedad eran siete, tanto como las mujeres de Barba Azul, como las colinas sobre las que se asienta Roma y como el número que, según el Nuevo Testamento de la Biblia, hay que multiplicar por 70 para expresar cuántas veces el apóstol Pedro debía perdonar las ofensas de sus hermanos. Dalmiro Sáenz titula uno de sus libros con la frase que el evangelista Mateo pone en boca de Jesús: Setenta veces siete .
Luis Melnik, en su Diccionario insólito 2 (Emecé, 2001), destaca que el líder espiritual indio Mahatma Gandhi (Mohandas Karamchand Gandhi, 1869-1948) confeccionó una lista de siete pecados sociales, así integrada: política sin principios, riqueza sin trabajo, placer sin conciencia, conocimiento sin carácter, comercio sin moralidad, ciencia sin humanidad y religión sin sacrificio. Reconocidos por la Iglesia en el siglo VI, cinco de los siete pecados capitales son: la soberbia, la codicia, la ira, la lujuria y la envidia. ¿Cuáles son los otros dos? Una antigua leyenda pretende que el séptimo hijo varón, sin hermanas entremedio, sufre maléfica transformación la noche de los viernes. ¿En qué consiste esa transformación? Las respuestas, abajo.
Los otros dos pecados capitales: la gula y la pereza. La leyenda en cuestión, de origen europeo, dispone de múltiples versiones. En casi todas, el desdichado séptimo hijo varón se convierte en hombre lobo, en lobisón.
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