Pequeños músicos que dan la nota
En el patio de la Casa de la Cultura (contigua al Palacio Municipal) se produce el alboroto. En el centro hay muchos atriles y chicos que prueban sus flautas traversas, clarinetes, violines y chelos. Los rodea mucha gente que los mira con inmenso cariño. Se sabe: son los parientes y amigos.
Los pequeños son músicos de Villa Lugano que desde comienzos de este año se vienen preparando para "el gran día": dar su concierto en este otro palacio.
Nos toca ser testigos de uno de los milagros de nuestra vida cultural. No se trata de niños europeos que llegan con la práctica escolar de la flauta dulce en su escuela primaria y que por eso tienen el oído aguzado y cultivada la percepción estética.
Son niños nuestros, de barrios postergados y olvidados, que hoy acceden a la condición de artistas; que cultivan sus almitas con buena música (folklore, tango y clásica); que empiezan por asumir el Beethoven de la "Marcha turca", el Tchaikovsky del vals de "La bella durmiente", el Strauss del "Danubio azul", el Bartok de "Pieza para niños" y "Danza de los pastores", para ingresar después en nuevas experiencias del arte musical.
Los va dirigiendo cada uno de sus profesores. Y a medida que transcurren las partituras, se va consolidando la confianza en sus dedos y en sus labios, tanto para atacar como para encontrar el ensamble más preciso con sus compañeritos.
El programa Zonas de Acción Prioritaria (ZAP), centrado en la escuela número 13, donde confluyen chicos de otras del distrito 21, las número 1, 3, 4, 5, 9, 13, y 18, ha dado su primer fruto en el centro de esta ciudad. Ciento veinte niños en escolaridad primaria son los protagonistas de este portento musical, y del avance cultural en la escuela.
Al escucharlos tocar con entusiasmo y responsabilidad, mientras miran de soslayo las indicaciones de cada director, uno imagina otro país. Un nuevo país, donde se emulen las ideas ligadas al arte; donde cundan orquestas infantiles y juveniles en esta capital y en las provincias.