Casado desde hace quince años, el actor español consagrado en Hollywood habla de la familia que supo consolidar y reflexiona sobre su costado empresario
Tenía 14 años cuando una lesión cambió el curso de las cosas. Y el destino de José Antonio Domínguez Banderas (51), un joven malagueño que soñaba con ser jugador profesional de fútbol, dio un vuelco. Ese mismo año, ingresó en la Escuela de Arte Dramático y Danza de Málaga y allí comenzaría verdaderamente la historia que lo llevó de una pequeña escuela de arte a triunfar en Madrid con uno de los directores más reconocidos de España y más tarde al centro mismo de la industria cinematográfica, Hollywood, donde se convirtió en uno de los grandes actores de su generación.
Luego de ocho años de matrimonio con la actriz española Ana Leza (entre 1988 y 1996), conoció a Melanie Griffith (54) en el rodaje de Two Much, el film de Fernando Trueba, y en 1996 se casaron. Hoy es un hombre de familia: con su mujer atravesó las etapas más duras de la adicción de ella y, aunque sólo tuvieron a Stella del Carmen (15),
Antonio habla de Alexander (26) y de Dakota (22), los hijos que Melanie tuvo con su anterior marido, Don Johnson, como si fueran propios.
Hoy, Antonio es una marca registrada: ícono de la sensualidad latina, acaba de lanzar "The Golden Secret", su nueva fragancia, y recorrió el mundo con "Secretos sobre negro" (que exhibió en Buenos Aires en diciembre de 2010), una exposición de fotos que llegó a recaudar en Río de Janeiro 475 mil dólares para un programa de asistencia a las favelas. Ahora se prepara para definir a los ganadores de Make it Short, un concurso de cortometrajes para apadrinar jóvenes talentos del cine.
– En tu faceta de actor empresario, siempre estuviste ligado a la solidaridad...
–Fue una de las dos condiciones que puse: que representáramos a empresas españolas y que pudiéramos devolverles algo a las sociedades en las que estábamos interviniendo a través de proyectos benéficos. En Argentina, estamos ligados a la fundación del Hospital Garrahan, pero también al Broadway Cares, patrocinamos el Festival de Cine Latino de Los Angeles y pertenecemos al board del Instituto Cervantes en Nueva York, entre otras cosas.
–¿Cómo es tu relación con la fotografia?
–Es un mundo que me gusta mucho: una fotografía puede contar muchas veces más que un libro. Mi cámara está siempre conmigo y lo vengo haciendo desde hace años. Tengo fotografías de Argentina del año 1984, de cuando viajé para interpretar la vida del rey Eduardo con la Compañía Nacional de Teatro de España. Lo que pasa es que nunca las hice públicas. Soy un profesional de la actuación y no quiero una peseta de esto, no es para mí una profesión. Sólo voy con mi cámara y tiro snaps de cosas que me interesan.
–Por eso decidiste exponer "Secretos sobre negro" con fines benéficos…
–Sí, lo hice en Nueva York, Buenos Aires, Río de Janeiro, Moscú, y el dinero recaudado se usa con fines solidarios. Igual que sucede con Make it Short, el concurso de cortos que llega como un segundo paso. A mí me interesa mucho la gente joven que hace cine y nos preguntamos por qué no producirlos. Entonces pedimos a los participantes que manden sus propuestas (ahora ya se ha cerrado el plazo) y un jurado en Barcelona está peinando ese trabajo y me mandarán quince para que yo seleccione cinco. Nosotros pondremos el dinero para producirlo y un director.
– ¿Cuáles son los rasgos de tu personalidad que se trasladan a las fragancias, como el último lanzamiento, "The Golden Secret"?
–Supongo que después de quince años de relación con Puig, ellos mismos se dan cuenta de quién soy yo. Solamente al principio de nuestro camino tuvimos algunas entrevistas en Barcelona en las que hablamos de conceptos que a mí me interesan: el misterio, la curiosidad, la alegría de vivir… Y ellos van recavando esa información como si fuera una especie de guión. Después trataban de representar eso en un perfume, algo que me parecía una cosa de ciencia ficción, y me retrotraía al libro de Patrick Suskind, El perfume, en el que este hombre podía sintetizar en un aroma incluso una personalidad específica.
– La familia es fundamental para vos, ¿cómo es la vida lejos de casa?
–Es más complicada de lo que parece. Los dos últimos años fueron muy duros en ese sentido. He rodado en España, en Túnez, donde me tocó una revolución que prácticamente cambió el mundo árabe. Yo estaba ahí cuando se produjo la salida de Ben Alí, rodando con Jean-Jacques Annaud. Y siento un poco de culpa sobre todo por mis hijos. Entonces, cuando estoy con ellos trato de vivir todo muy intensamente, porque el lunes ya me voy a Berlín y luego estaré en los Goya en Madrid, y luego a Miami, y me vengo tres o cuatro días aquí hasta que tenga que irme a Hungría. Y esa es mi cotidianidad... Llevo la vida de un gitano, de carromato, moviéndome todo el tiempo con la maleta a cuestas. Lo cual no me gusta mucho, no me gustan los aviones, pero eso es lo que hay y tengo que hacerlo.
–Conquistaste el éxito como actor pero también en tu vida personal, con tu matrimonio con Melanie Griffith, que es uno de los más estables de Hollywood. Después de quince años de casados y diecisiete juntos, ¿hay algún secreto?
–Sí, se llama amor, y es muy difícil de describir. Los poetas llevan intentándolo siglos. El problema, hoy en día, es que la gente se aferra mucho a las primeras sensaciones en el inicio de una relación: todo es color de rosa, la vida es bella, uno está energético, te da vuelco el corazón y todas esas cosas que suceden cuando te enamoras. Pero se aferran demasiado a eso y esas cosas pasan. Cuando eso acaba, no creen en lo que puede venir, simplemente cortan y lo buscan de nuevo en otra persona; es como una droga. Pero si crees en la persona con la que vives, empiezas a descubrir que hay otros sentimientos que florecen más tarde, que son más fuertes y que sólo los da el tiempo: la complicidad, la familia y una serie de cosas muy bellas, muy hermosas, que te dan la posibilidad, al cabo de los años, de volverte a enamorar de tu pareja, y de pronto te encuentras de nuevo en esa etapa de enamoramiento.
–¿Qué significa hoy Melanie para vos?
–Melanie es la mujer que quiero, con la que me peleo –dice riendo–, pero con la que he decidido recorrer el camino de la vida. Me gusta estar cerca de ella, retornar siempre a ella, saber que está ahí. Simplemente saberlo me tranquiliza. Es generosa, divertida, bella. Hemos pasado por muchos problemas juntos, los hemos superado, y eso nos ha hecho muy fuertes. Estos diecisiete años han merecido totalmente la pena.
–¿Como te definirías en tu rol de padre?
–No soy un padre de disciplinas. No me interesan las imposiciones, me gusta el diálogo y trato simplemente de transmitirles a mis hijos valores que para mí son importantes: la independencia, la libertad, en especial a las chicas. Mis mujeres, la de 22 años, Dakota, y la de 15, Stella, pueden enfrentarse al mundo sin la dependencia de un hombre, y quiero que sean absolutamente libres. Para mí eso es fundamental, junto con la libertad de juicio, de pensamiento. Me gusta que sean personas curiosas y que tengan siempre presente y defiendan a ultranza la alegría de vivir.
–¿En qué se parecen Stella del Carmen y vos?
–Creo que es una persona muy curiosa, y yo también lo soy. Muy apasionada, y también yo lo soy. En ese sentido, es más hispana que anglo. Tiene una personalidad muy definida y hay algo de intimidad muy fuerte, mantiene su pensamiento muy dentro de ella y es una persona muy reflexiva. Mi hija es una lectora compulsiva y creo que por ahí probablemente sea por donde encare su vida. No sé si va a escribir libros, pero me parece que le interesa mucho el universo y la burbuja de la lectura.
–Alguna vez dijiste que ser padre de tu hija Stella del Carmen sería muy fácil hasta que llegara a la adolescencia, y ya llegó...
–Bueno, ahora es más complicado porque Stella es mitad niña y mitad mujer; cada vez más mujer. Esta profesión mía es muy bonita, pero a veces tengo la sensación de haberme perdido cosas, partes de los procesos lógicos del crecimiento de mi hija. Aunque está en una edad en que quiere romper con nosotros, y es lógico. Lo hemos visto con Alexander, que tiene 26 años, y con Dakota, que tiene 22; es una lucha tremenda por autodefinirse y no quieren estar cerca de nosotros. Si no estás preparado para eso, puede doler, pero sabemos que, dentro de un año o así, todo volverá a caer en su lugar y todos nos reconoceremos de nuevo y estaremos bien.
–Una etapa que, por suerte, pasa.
–Es un puente que ella está cruzando, y lo está haciendo bien. Mi hija no generó grandes problemas, es una gran estudiante, muy amiga de sus amigos, siempre nos muestra cariño y es una niña de la que yo me fío mucho. Yo pensaba que, cuando cumpliera 15 o 16 años y empezara con el tema de los chicos, eso me iba a poner como un padre defensivo, pero no solamente no soy celoso, sino que además confío mucho en ella. Ahora tiene un noviecito, George, y lo quiero mucho, es un chico muy agradable.
–¿Te imaginás abuelo?
–¡Puede ocurrir en cualquier momento! Y muy bien, bienvenido a la familia. Mi mujer estaría encantada, adora los niños pequeños, imagínate, sería una locura. La palabra "abuelo" no me produce ninguna preocupación, en absoluto.
–Acabás de cumplir 51 años. ¿Cuál es tu relación con el paso del tiempo?
–Realmente no lo siento, por el momento hago las cosas que hacía cuando tenía 20. No hay restricciones, esquío mucho, hago deporte... Me siento muy bien, por lo tanto no tengo achaques. Ahora, supongo que irán llegando y me iré adaptando. Trato de poner medidas para que llegue lo más tarde posible: intento llevar una vida sana y estar bien conmigo mismo, hago deporte y practico yoga. Eso me ayuda a sentirme fresco y bien.
–¿Cuál es el pilar sobre el que se levanta Antonio Banderas?
–En líneas generales, la familia. Tanto la dada como la elegida. Es decir, mi madre, mi hermano, mis primos y esa parte de la familia que me mantiene pegado a mis raíces, y la que yo elegí: mi mujer y mis hijos.
Texto: Mariana Riveiro (en Buenos Aires) y Maru Ruiz de Icaiza (en Cancún) Fotos: Jaime Martín Maquillaje y peinado: Katya Monforte Asistente de fotografía: Fernando Espinosa Locación: Hotel Iberostar-Cancún
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