No tuvo una carrera meteórica. Antes de conocer el éxito, pasó por todos los escalafones del show business norteamericano. Debutó como actriz en televisión haciendo "bolos" –papeles secundarios– que rara vez incluían texto. Fue la secretaria sexy de un famoso "game–show" donde, recuerdan sus compañeras, la quiso seducir Donald Trump. En el cine no tuvo mejor suerte: siempre le tocaban personajes sin nombre, con pocos segundos frente a cámara. Era, según los libretos, "la chica del correo" ó "la vecina linda". En aquél momento, pensó en dedicarse a otra cosa. En 2004, cuando se puso de novia con el productor Trevor Engelson, obtuvo mejores papeles… pero en películas de bajo presupuesto que sólo se estrenarían en televisión. Iba camino a convertirse en "la reina de Hallmark" (la señal de tevé fundada por la empresa de tarjetas navideñas) cuando finalmente, en 2011, conoció el éxito a través de la serie Suits. Fue allí donde la descubrió el príncipe Harry.
Ahora, después de dieciséis años de esfuerzo, en su mejor momento, Meghan Markle abandona su carrera como actriz por amor.