El #MeToo argentino: los dilemas de la industria hacia atrás y hacia el futuro
Hay un #MeToo argentino que marca el comienzo de un cambio de época. La nueva era empezó al anochecer del martes pasado, en el mismo momento en que la actriz Thelma Fardin , rodeada por decenas de colegas suyas, denunció sobre el escenario del Multiteatro que en 2009, cuando ella todavía era menor de edad, fue violada en Nicaragua por Juan Darthés durante una gira del elenco de la por entonces muy exitosa tira televisiva Patito feo. La conmoción social abierta por el episodio ya se extiende a la velocidad del rayo hacia otros ámbitos (como el político) y hasta podría convertirse en uno de los temas centrales de la próxima campaña electoral.
Pero sin dudas el lugar en el que resonarán con más fuerza estas revelaciones es en el de la industria del entretenimiento. Aquí quedó a la vista el resonante caso testigo y también aquí, con toda seguridad, aparecerán tarde o temprano nuevos episodios de altísima sensibilidad para la opinión pública. Hay una conciencia generalizada en el sector que el momento bisagra fijado por la gravísima denuncia de Fardin no se proyecta solamente a los casos de acoso o abuso sexual. La nueva época, como lo indican con claridad algunas tendencias globales, también estará marcada por otro tipo de demandas sobre maltratos o discriminaciones hacia las mujeres en el ámbito laboral, el freno a las desigualdades de género y hasta posibles normas de cupos femeninos estrictos en las orquestas, en las bandas y en la programación teatral.
Lo primero que se hizo en las entidades más representativas e influyentes del sector fue un breve recuento de los eventuales daños e inmediatamente después comenzó un proceso de "huida hacia adelante". Todos quieren dejar en claro, para que no exista duda alguna, de que se está trabajando a destajo para anticiparse a alguna situación futura parecida o equivalente a la devastadora confesión de Fardin. Lo más probable es que más temprano que tarde aparezca algún tipo de acuerdo institucional para la activación de códigos de conducta, protocolos de acción o recomendaciones que todos deben comprometerse a cumplir. Entidades del cine, del teatro y de la televisión han hecho saber que están dispuestas a dedicarse a tiempo completo a este tema hasta llegar a alguna resolución satisfactoria.
Las estrategias precautorias fueron una constante a lo largo de la semana. Desde la Cámara Argentina de la Industria Cinematográfica (Caic) se dijo a LA NACION que las entidades del sector, entre las que confluyen productores y el sindicato de la industria del cine, trabajan desde hace tiempo en un consenso respecto de la prevención de abusos y maltratos que "a la brevedad" podría adquirir la forma de un pronunciamiento institucional.
En la misma dirección, fuentes allegadas a la Cámara Argentina de Productoras Independientes de Televisión (Capit) confiaron a LA NACION que desde la entidad se está trabajando en conjunto con una institución que cuenta con la capacidad para confeccionar un protocolo que sirva de guía para las productoras asociadas sobre cómo tratar las denuncias de abusos, de violencia de género, y cómo cuidar y contener a las víctimas. El nombre de esa institución se hará público, señaló Capit, una vez que el convenio sea firmado.
Este ámbito resulta particularmente sensible porque las productoras independientes de TV suelen funcionar como usina creativa de la que surgen programas con menores de edad en papeles destacados o protagónicos. Las connotaciones del caso Darthés obligan a reaccionar con mucha rapidez y varias instituciones consagradas a la protección de la niñez hicieron durante esta semana urgentes reclamos para que atienda con carácter prioritario la situación del eslabón más débil y desprotegido de la industria del entretenimiento. La extensa carta pública del colectivo Actrices Argentinas que acompañó la denuncia de Fardin y reclamó un protocolo para la prevención de abusos fue especialmente clara en la exigencia de un marco preciso en torno del trabajo con los menores.
Sebastián Blutrach, presidente de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet), admitió que más allá del hecho puntual denunciado el martes hay otras cuestiones que configuran esta suerte de cambio de época como las cuestiones de cupo (hay más directores que directoras, por ejemplo) o que algunos hombres cobran más que una mujer. "Es un tema realmente complejo. Van a tardar mucho en cambiar cuestiones que están muy arraigadas, pero creo que se van a ir adecuado con el tiempo. Lo ocurrido el martes fue muy fuerte, son muy valientes las actrices y me parece que está muy bien que sean ellas las que contengan y no las redes sociales que escrachen. Lo urgente es que un hecho como este sea condenado por todos", afirmó.
No solamente Aadet retomará en febrero las reuniones para definir estrategias y rumbos a seguir sobre estos temas. Durante el receso veraniego varios productores y figuras influyentes del medio encontrarán tiempo y tranquilidad suficiente para empezar a responder preguntas cruciales: ¿cómo influirán este caso y la irrupción de Actrices Argentinas en el modo de escribir, producir y hacer ficción en la Argentina de aquí en adelante? ¿Se vislumbran cambios de fondo, por ejemplo, en el armado de los elencos y la elección de ciertas temáticas? ¿Habrá materias argumentales que desaparecerán de las ficciones, con la apertura del inevitable debate sobre los alcances de la libertad artística?
En las redes sociales ya se percibe un efecto inmediato de estos interrogantes, planteado desde una mirada que podría anticipar el futuro. Por lo pronto, en los últimos días se fue desplegando una suerte de ola viral de repudio a ciertas modalidades televisivas muy populares en el pasado reciente que serían hoy intolerables, Buena parte de esta condena se concentró en el recuerdo de algunos episodios armados en anteriores temporadas de ShowMatch sobre la base de cámaras ocultas, en las que se observan episodios de exhibicionismo y acoso contra conocidas figuras femeninas del medio con la "excusa humorística" de ignorar que eran víctimas de una broma pesada. De las reacciones adversas (y unánimes) se desprende que este tipo de recurso supuestamente cómico no volverá a verse.
En sentido amplio, podría decirse que el cambio de paradigma al que asistimos en la industria del entretenimiento quizás le haya puesto fin a casi un siglo de historia de picaresca porteña. Los nuevos tiempos toman cada vez más distancia de los ejes de ese popularísimo género. Allí, el doble sentido se expresó muchas veces de manera elegante y sutil, pero también se toleraron demasiadas muestras de procacidad, con la idea de la mujer como objeto como eje de innumerables situaciones de puesta en escena.
El cambio de clima que parece haber llegado a la Argentina ya cambió varias reglas en la industria del entretenimiento global. En noviembre fue muy comentada la decisión de la poderosa cadena HBO de sumar a las grabaciones de la segunda temporada de The Deuce a una "coordinadora de intimidad". Las escenas de sexo abundan en esta serie dedicada a mostrar el surgimiento de la industria de la pornografía en la Nueva York de la década del 70, y los nuevos tiempos impusieron, en la visión de HBO, la incorporación de una experta que oriente a actores, productores y técnicos acerca del modo de poner el erotismo en pantalla evitando cualquier riesgo de maltratos o conductas inapropiadas. ¿Podría llegar a la Argentina ese tipo de procedimiento a una televisión como la argentina, que suele ubicar y mostrar las escenas de sexo en pantalla siempre de la manera equivocada? Con la aparición de una serie como Millennials, donde las "escenas hot" se hicieron costumbre y van más allá de todo lo visto hasta ahora en la ficción local, esta pregunta es muy relevante.
Otro escenario posible es el económico. Aquí también lo que se vive en los Estados Unidos podría funcionar como un espejo que adelanta. En las últimas horas del jueves pasado se conoció el acuerdo por el cual la cadena televisiva CBS accedió a pagarle nueve millones y medio de dólares a la actriz Eliza Dushku, luego de que ésta revelara que fue víctima de varias situaciones de acoso verbal y comentarios sexuales inapropiados durante el rodaje de la primera temporada de la serie Bull, emitida en la Argentina por el canal A&E. Dushku dijo que después de que encaró a su compañero de elenco Michael Weatherly para reprocharle ese comportamiento su personaje quedó fuera de la serie.
Como se ve, este cambio de paradigma registra cambios evidentes de conductas, comportamientos, visiones, encuadres, responsabilidades y acusaciones en una doble dimensión temporal. Las incógnitas se plantean al mismo tiempo hacia atrás y hacia adelante. El pasado funciona hoy como el territorio del que pueden surgir nuevas confesiones dolorosas junto a la resonante evocación de conductas expuestas de un modo que no admitan ni toleren una reiteración. Hacia el futuro, en tanto, se vislumbra claramente una certeza, que a la vez funciona como necesidad insoslayable: que no se repitan episodios como los que describió Fardin.
En ese sentido, la encuesta realizada por la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes e invocada por Actrices Argentinas en la carta que acompañó la denuncia de Fardin puede funcionar como marco de referencia. Allí se revela, a partir de una muestra de 1116 socios de la entidad (una ONG que brinda contención social a los artistas) que el 66% de las mujeres y el 32% de los varones reconoció haber sufrido acoso sexual en algún momento de sus carreras. Los lugares de acoso más citados resultaron ser las oficinas de producción y los castings. Cualquier futuro protocolo o código de conducta para evitar maltratos elaborado por la industria del entretenimiento inevitablemente partirá de este diagnóstico.
Con la colaboración de Pablo Montagna, Laura Ventura, Soledad Vallejos y Dolores Moreno.
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