En la secundaria decidió que quería seguir los pasos de su madre; le costó entrar a la UNA, pero insistió hasta que pudo; este año había decidido irse a vivir a tierra española, pero un llamado de Mónica Villa cambió su decisión
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Talía Acosta es hija de la actriz Ana Acosta y fue viendo a su mamá en El conventillo de la Paloma, a sus 16 años, que decidió seguir sus pasos. “Sé que no voy a tener la carrera que tiene ella porque, además, los tiempos cambiaron”, le confiesa a LA NACIÓN en una charla íntima en la que también cuenta los pro y los contras de ser hija de una figura popular y también dice que postergó su viaje a España para ser parte del elenco de La tentación de vivir, una obra que dirige Mónica Villa y que estrena el sábado 7 de septiembre, a las 16.30, en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759 CABA).
-¿Es verdad que no viajaste a España para hacer teatro?
-Sí, es cierto. Estaba a punto de irme cuando me llamó Mónica Villa para decirme que iba a dirigir una obra y quería que yo estuviera. Ya tenía el pasaje comprado, casi me estaba yendo, y me respondió que era una lástima porque creía que era un personaje para mí. Sin pensarlo mucho más le dije que sí. La tentación de vivir es una comedia de Denise Despeyroux, que hizo la obra a pedido de unos amigos para la muestra de fin de año de su curso de actuación. Es una pieza para diez actores que es como un rompecabezas, con personajes muy distintos y algo caricaturizados. Hay una cirujana que se enamora da un chico que está muy loco, dos hermanas que se conocen en la tumba de su padre, un grupo de adictos, un psicólogo que hace actos psico mágicos, una tarotista y una ayudante de comisaría que intuye una infidelidad de su pareja. Y todo esto parece desconectado, pero no es así.
-¿Por?
-La obra es como una caja china que vas descubriendo poco a poco, y aprendo mucho en cada ensayo porque Mónica es un libro de enseñanzas. Además, como es actriz, es mucho más cercana. Es una experiencia maravillosa. Ya habíamos trabajado juntas, mi mamá había dirigido a Mónica en una obra de microteatro de la que yo era asistente, pegamos muy buena onda y me llamó para hacer la asistencia de su unipersonal Isabel de Guevara y después quedamos en contacto hasta ahora, que me dijo que tenía un personaje para ofrecerme.
-¿Y qué pasó con el viaje a España?
-Lo postergué. Me iba a ir a probar suerte. Acá trabajo todo el día como vendedora en el local de mis papás, Ana Acosta Modas, en Once. Y si sale algo como actriz, a veces me da cosa pedir muchas horas; me siento culpable. Entonces quería ver qué pasa en España y además tengo familia.
-Pero es un negocio familiar... podés pedir horas, ¿o no?
-Y justamente porque es un negocio familiar a veces se complica (risas). Es peor. Todo el mundo piensa que es al revés, pero no. Trabajamos en familia, tanto de parte materna y paterna y eso tiene más contras.
-¿Por qué?
-Es complicado. Si me siento medio mal, tengo que ir a trabajar, por ejemplo. No puedo faltar. Al principio fue más complicado, pero mi papá (Fabián Chiocchio) ahora entendió que la actuación es lo que me gusta y no tiene problema en que pida algunas horas para los ensayos. Eso sí, puedo pedir permisos, pero un sábado no puedo faltar nunca. El viaje quedó stand by. Tengo la ciudadanía en trámite. Y allá está Nicolás Pérez Costa que dirigió Casa matriz, la obra que hasta hace poco hice con mi mamá, y me dice que vaya para que hagamos algo juntos. Tenía muchas ganas de ir. Supongo que será más adelante.
-Estabas pensando en un cambio de vida, ¡qué jugada!
-Sí, me shockeó que haya sido Mónica Villa la que me llamó para decirme que tenía un personaje para mí. Si me llamaba otra persona, quizá me lo pensaba un poco más. Admiro mucho a Moni y compartimos dos trabajos hermosos, no podía decirle que no a esa fantástica artista. Lo que está saliendo es bárbaro y me parece que la obra va a funcionar.
-Creciste con una mamá actriz y muy popular, ¿cuándo fue la primera vez que pensaste que querías ser como ella?
-Fueron momentos. Me acuerdo de que a los 8 años fui a ver una obra de Antonio Gasalla y fui al camarín a saludarlo y me dijo que iba a hablar con Cris (Morena) porque me veía artista. Recuerdo que pensé que era muy divertido, pero todo quedó ahí. Quizá le dije a mamá que me llevara a castings, aunque sin insistir, pero me cayó la ficha cuando vi a mi mamá en el Teatro Cervantes haciendo El conventillo de la Paloma. Yo tendría unos 16 años y supe que eso era lo que quería. Nunca me planteé tampoco estudiar otra cosa.
-¿Y ahí empezaste a formarte?
-Cuando terminé la escuela secundaria hice el ingreso para la UNA (Universidad Nacional de las Artes) y no entré. Entonces fui a la Universidad del Salvador a estudiar Arte Dramático y duré un año. Volví a hacer el ingreso a la UNA, tampoco entré y fui a la escuela de Raúl Serrano, otro año. Intenté entrar a la UNA y esa vez me fue bien e hice toda la carrera ahí. La tercera es la vencida.
-¿Te bajoneaba no entrar?
-Sí, lloraba, pero insistía. No era fácil entrar, pero ahora tienen un año de preparación como el Ciclo Básico Común en la UBA. Ya terminé la carrera y lo primero que hice fue una obra que se llamaba La gira, donde interpreté a una bailarina de un grupo de cumbia. Después hice tres infantiles y teatro clásico también: La gaviota de Chéjov con Nico Pérez Costa. Y trabajé con mi mamá en Casa matriz, hicimos gira durante dos años. Y ahora La tentación de vivir, que es una comedia.
-¿Cómo es trabajar con tu mamá?
-Maravilloso. Al principio fue un poco chocante porque ella quería imponerme su manera de actuar y aunque las dos nos recibimos en el mismo lugar, la forma de enseñar actuación que aprendió ella no es la misma que aprendí yo. En general, me dicen que tengo mucha frescura, que soy muy natural, y mi mamá tiene otra manera diferente, pero cuando cada una pudo poner lo suyo, fue genial.
-¿Y es crítica o amorosa con tu trabajo?
-Muy amorosa. Debe ser porque es mi madre (risas). Siempre me da su punto de vista si yo le pregunto, si no, no. Otras veces me da algún consejo y está muy bien. Ahora estoy un poco triste porque no va a poder ver La tentación de vivir porque ella tiene función a la misma hora con Wilde un hombre, que hace con Pepito Cibrián.
-¿Y qué dice tu papá?
-Me apoya, pero me dice que es muy difícil tener la carrera que tiene mi mamá y yo lo sé. Mi vieja vivió toda la vida de la actuación y hoy en día eso es complicado. La gran mayoría piensa que los actores hijos de actores tenemos un camino más fácil, pero no es así. En la UNA estudié con varios “hijos de...” y siempre hablábamos de eso. No es que llamás a (Adrián) Suar y te hace una serie.
-También es distinta la época en la que tu mamá se desarrolló con una televisión llena de producciones nacionales, ¿cómo se proyecta una actriz joven en la industria audiovisual?
-Es muy difícil porque además yo no subo contenido a mis redes sociales y ahora mucho tiene que ver con eso y con la cantidad de seguidores. Les mando mensajes a productores y directores, y en algún momento, alguno me va a contestar... (risas).
-¿Vivís sola?
-Sí, desde los 21 años. Empecé a trabajar mientras estaba en la secundaria en el negocio de mis padres y también trabajé algunos meses en una empresa que vendía impresoras, pero después volví.
-¿Qué recuerdos tenés de tu infancia?
-Me acuerdo mucho de mi mamá en el teatro y no tanto en la tele. Recuerdo que era amiga de las chicas de la boletería, de las acomodadoras que jugaban conmigo. Me acuerdo de los camarines. O cuando hacía Re infieles en Mar del Plata con Reina Reech y yo jugaba con su hijo, Bautista (Lena); me hice muchos amigos de hijos de actrices o actores. Pero no soy una persona de muchos amigos... más bien soy solitaria y quizá eso tenga que ver con el bullying que sufrí en la escuela, sobre todo en 5° grado.
-¿Por qué?
-No sé, yo supongo que les molestaba que tuviera una mamá famosa y me decían que era gorda. Fue feo, me hicieron mucho bullying sobre todo a mis 10 años. En el secundario ya no, todo estuvo bien y hasta creo que era popular... (risas).
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