Radiante y sonriente, a las 12 en punto Meghan Markle cruzó el arco de la capilla de St. George sola, para dejar claro que se trataba de una novia de fuerte personalidad. No había en su cara rastros de preocupación ni de vergüenza, a pesar del mal momento vivido días atrás en torno a su padre (arregló tomarse unas fotos a cambio de plata), que finalmente no estuvo en Windsor para llevarla al altar. En su lugar la esperaba su suegro, el príncipe Carlos, heredero de la corona británica, que aceptó de buena gana su pedido para acompañarla.
En un clima de profunda emoción, Harry tomó de la mano a su novia y le dijo: "Soy muy afortunado, estás muy linda". Para sorpresa de todos, Meghan lució en su boda real una creación de Clare Waight Keller, la primera directora artísitica de Givenchy. Lo accesorizó con un velo de tul de seda de cinco metros de largo, con bordados florales que hacían referencia a los 53 países del Commonwealth y una tiara estilo Bandeau de diamantes y platino que perteneció a la reina Mary. A pocos metros, Doria Ragland, la mamá de la actriz nacida en Los Ángeles, miraba con gran emoción a su hija, a quien acompañó y contuvo ayer, en su última noche de soltera que compartieron en el Cliveden House Hotel, cerca del castillo de Windsor.
Después de que sonara el himno de Jan Struther, "Señor de toda la esperanza", el arzobispo de Canterbury dio comienzo a las declaraciones de consentimiento que datan de 1662. Ante seiscientos invitados, frente al mismo altar donde Harry fue bautizado y donde se celebraron muchísimas bodas y funerales reales, los novios se comprometieron a amarse por el resto de sus vidas. Con el "I do" del príncipe sonaron las risas de complicidad y alegría de sus amigos y familiares, que convirtieron un momento tan solemne en un instante relajado. Después, al preguntar a los invitados si apoyaban esta unión, fueron ellos los que asintieron de buena gana.
DIANA, EN EL RECUERDO
Tal como se había anticipado, la ceremonia estuvo llena de guiños a la madre del novio, Diana, de cuya muerte se cumplieron 20 años el 31 de agosto pasado. Sin dudas, uno de los momentos más emotivos fue cuando Lady Jane Fellowes, hermana de Lady Di, tomó la palabra. La baronesa Fellowes, que fue la primera en enterarse del fatal accidente y quien acompañó sus restos desde París a Londres, leyó un fragmento de "El cantar de los cantares", en representación de la familia Spencer. "El invierno ha pasado, las lluvias han cesado, las flores brotan en la tierra, ha llegado el tiempo de cantar", leyó con firmeza y cariño. Y siguió: "El amor es fuerte como la muerte, la pasión feroz como la tumba. Sus destellos son destellos de fuego, una llama furiosa. Muchas aguas no pueden apagar el amor, tampoco las inundaciones pueden ahogarlo". Lady Jane adora a sus sobrinos, los acompañó con mucho cariño tras la muerte de Diana y se encargó de contarle personalmente a Meghan quién fue su hermana lejos de los flashes.
Mientras tanto, la capilla, decorada con flores frescas blancas, le recordaba al príncipe Harry en su día más especial a quien marcó su espíritu altruista, la Reina de Corazones, por siempre en su corazón y en el de la gente.
CON EL SELLO DE LOS NOVIOS
Según los ingleses, esta ceremonia fue 80 por ciento tradición y 20 por ciento "Harry-Meghan". Desde Chicago, Illinois, llegó el reverendísimo Michael Curry, el primer obispo presidente afroamericano de la Iglesia Episcopal, que pronunció un discurso titulado "Poder del amor". Abrió con las palabras del líder de los derechos civiles, Martin Luther King, quien dijo: "Debemos descubrir el poder del amor, el poder redentor del amor. Y cuando lo hagamos, podremos hacer de este viejo mundo un nuevo mundo. El amor es el único camino". Harry y Meghan lo escucharon tomados de la mano, un gesto que ya es su marca registrada. Después, el Coro del Reino, un grupo de gospel cristiano del sudeste de Inglaterra, interpretó "Stand By Me" de Ben King, que emocionó a todos.
Tal como se esperaba, el voto de obediencia quedó fuera de la lectura, un camino que abrió la princesa Diana cuando se casó con el príncipe Carlos y que siguió la duquesa de Cambridge siete años atrás. Los novios tampoco usaron sus nombres completos (Henry Charles Albert David y Rachel Meghan) al momento de decir sus votos. Fueron, simplemente, Harry y Meghan. Minutos después, el príncipe William le entregó al arzobispo las alianzas para su bendición. El anillo de Meghan estaba hecho con una pieza de oro galés regalo de la Reina, mientras que Harry eligió una alianza de platino texturizado. Entonces, el arzobispo los declaró marido y mujer. Después del tradicional "Ave María" y el clásico "God Save the Queen", Meghan salió de la capilla del brazo del príncipe Harry convertida en Alteza Real. Los acompañaban un cortejo encabezado por los principitos George (4) con un uniforme mini inspirado en el del regimiento de los Blues and Royals -al que pertenecen su papá, William y su tío Harry-, y Charlotte (2), de punta en blanco, que con su espontaneidad y gracia lograron acaparar la atención.
Plenos de felicidad, los flamantes duques de Sussex subieron al Ascot Landau, un carruaje sin techo de la colección real que resultó perfecto para saludar y devolver tanto cariño del pueblo, que se congregó a saludarlos en un día donde no hubo una sola nube en el cielo de Windsor.
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