La reina de los Países Bajos estuvo en Buenos Aires unos días, en la más estricta reserva
En el más absoluto secreto, tal como suele hacer cuando viene a Argentina por cuestiones fuera de agenda, Máxima de Holanda aterrizó el sábado 5 en Buenos Aires para visitar a su padre, Jorge Zorreguieta (89), que al cierre de esta edición permanecía internado en Fundaleu, la fundación que combate e investiga la leucemia.
Según trascendió, Jorge, que desde hace cerca de veinte años batalla contra un linfoma no Hodgkin, se internó la semana pasada en esa institución para cumplir con su tratamiento que incluye quimioterapia, tal como hace de manera regular. A su lado estaba, como siempre, su mujer, María del Carmen Cerruti, con quien apenas un mes atrás se lo vio muy animado en la gala de la Fundación Zaldívar, en el Alvear Palace Hotel, y con quien comparte una agenda social activa, que incluye fiestas, comidas en casas de sus amigos y una cita anual e ineludible con el Abierto de Polo de Palermo, donde "hincha" por los hermanos Novillo Astrada. Sin embargo, esta vez, a pesar de su espíritu inquebrantable, en lugar de volver a su casa 24 horas más tarde (como sucedía en otras oportunidades), las cosas se complicaron y se vieron obligados a dejarlo internado para cuidarlo mejor. "El señor Zorreguieta con diagnóstico de linfoma no Hodgkin se encuentra internado en Fundaleu desde hace un semana cursando una infección pulmonar para recibir atención médica de enfermería y antibióticos endovenosos", explicaron desde Fundaleu el lunes, a través de un comunicado.
Como siempre, la Reina no dudó en volar a su encuentro. El sábado, en medio de un estricto operativo de seguridad, Máxima –que está de vacaciones hasta el próximo 23– llegó sola y no se movió de su lado en todo el día, salvo para hablar con sus hijas Amalia (13), Alexia (12) y Arianne (10), que quedaron con su marido, el rey Guillermo Alejandro. Como siempre, pidió hablar con el médico de cabecera de su padre, Miguel A. Pavlovsky –quien además es el director médico científico de la entidad–, para conocer el parte con todo detalle, y recién abandonó el lugar alrededor de las 21.30. Al día siguiente, bien temprano, volvió a la clínica de Barrio Norte, almorzó ahí mismo unas empanadas y pizzas que compró uno de sus hermanos y partió cerca de las 15.30, para volver el lunes a primera hora.
CUANDO LA DISTANCIA NO SEPARA
Esta no es la primera vez que Máxima hace un viaje con carácter de urgencia para ver a su padre internado o que se muestra como una hija dedicada y cariñosa. Pura espontaneidad, en octubre del año pasado, durante su primera visita como Reina a Argentina –dio una charla en la UCA como asesora de la ONU–, emocionó a todos cuando, al ver a sus padres entre el público, se acercó a ellos y se fundieron en un abrazo.
Tampoco falta, en la medida de lo posible, a los grandes acontecimientos familiares y fomenta las escapadas juntos. Más allá de que recibir cada nuevo año en la Patagonia ya es un clásico, en mayo pasado, tras las celebraciones por los 50 años de su marido, se puso a la cabeza de un festejo más relajado e íntimo: embarcó en el Fokker 70 a sus hijas, a la princesa Beatriz y a los Zorreguieta en pleno, y partieron rumbo a Austria, donde vive Juan, uno de sus hermanos, desde 2012. Al aterrizar, su padre dio otra muestra de tenacidad y recorrió la pista sin ayuda de su bastón canadiense. Visitaron Salzburgo, la zona de los lagos y quedaron fascinados con el pueblo de Hallstatt, que en 1997 fue declarado Patrimonio de la Humanidad. "Se trató de un trip de muy buenos momentos juntos. De esos que forjan recuerdos imborrables", aseguró entonces alguien de su entorno.
Texto: Lucila Olivera
Fotos: Juan Ignacio Roncoroni y Movilpress