Pachi Armas, el chico de Lanús que cambió de nombre para ser actor y compuso villanos y bonachones por igual
Aprendió el oficio en centros culturales de su barrio, donde años después él mismo ofició de maestro; dúctil, decía que los ángeles y los demonios siempre conviven en los personajes
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Pachi Armas nació el 18 de marzo de 1943 en Lanús, con otro nombre, Francisco Ángel Rivas. Ya siendo muy chico, sorprendió a sus padres cuando les dijo que quería ser actor y empezó a frecuentar talleres de teatro en centros culturales y clubes de la zona. Muchos años después, él mismo fue maestro y formó actores en esos mismos lugares en los que dio sus primeros pasos sobre un escenario.
Adoptó el seudónimo de Pachi Armas muchos años después, cuando un productor le sugirió que se cambiara el nombre por uno más “pegadizo y que la gente pudiera recordar fácilmente”. Era un apasionado de su oficio, tanto que trabajó hasta el final; falleció a los 67 años, el 10 de noviembre de 2010. Era muy dúctil y podía ser el villano más odiado de la telenovela o el personaje más tierno de una obra de teatro. Durante muchos años fue parte del elenco estable del Teatro San Martín, donde hizo más de diez obras.
Debutó en el Teatro Payró en 1969 con una pieza de Alberto Adellach, Chau, papá, y fue sobre esas tablas que entendió que era lo que quería para su vida. Durante algunos años debió tener otros trabajos alternativos hasta que su labor de actor fue continua y pudo despedirse de esas tareas que hacía para llevar un plato de comida a su casa. Se casó con la actriz Cristina Rivas, a quien conoció en una clase, y fueron padres de Jimena, Federico y Verónica. Aunque se separaron años más tarde, siempre tuvieron una buena relación.
Si bien ya había iniciado un camino interesante en el medio, la popularidad le llegó de la mano de publicidades: una de un auto, otra de un coñac y una más de un perfume. En cine debutó en 1967 con Las pirañas, una película de Luis García Berlanga que protagonizaron Ana María Campoy y Rodolfo Bebán. Pachi tenía un pequeño papel que fue suficiente para que otros directores se fijaran en él y lo convocaran. Filmó Operación Masacre, Paño verde, Los traidores, Secuestro y muerte de Mr. Dupont, El Pibe Cabeza y Luisa, entre otras.
Se destacó mucho más en teatro y en los ‘70 hizo una gira por Italia donde el mismísimo Vittorio Gassman elogió su trabajo. Participó en Historia tendenciosa de la clase media argentina, El señor Galíndez, Las troyanas, Don Juan, El reñidero, El jardín de los cerezos, El inspector, Pasión y muerte de Silverio Leguizamón, Babilonia, Entrevías, La dama y el clarinete, El conventillo de la Paloma. También en Chau y La vida va, que además escribió y dirigió. Las obras hablaban de muchos temas que lo preocupaban. Chau, papá cuenta la historia de tres personas de mediana edad que conviven para sobrevivir: una travesti, un ex clase media y el mozo del viejo bar del barrio. Diferentes caminos recorridos unidos por la soledad, la incomprensión, y también las ganas de vivir y la esperanza. La vida va narra el dilema de un padre antes de dejar el país y reflexiona sobre la historia de nuestro país y de su propia experiencia como padre. La última obra que hizo fue Tratala con cariño, en el 2005.
Como parte del elenco estable del San Martín, Pachi Armas decía: “Deberían existir muchos teatros como el San Martín. Cada sala teatral tendría que cobijar un elenco estable y, sobre todo, la posibilidad de una labor sostenida a lo largo de los años”.
En televisión hizo de todo: galanes, villanos, personajes oscuros y bonachones también. Su primera oportunidad se la dieron en Canal 13, en El patio, y luego hizo Los Campanelli, El amor tiene cara de mujer en su versión del ‘71, Rosa de lejos, Las 24 horas, Compromiso, El teatro de Irma Roy, Jugarse entero, Buscavidas, Nazareno Reyes, Increíblemente sola, Solo un hombre, Ese hombre prohibido, De fulanas y menganas, Hombres de ley, Vínculos, Estrellita mía, Las comedias de Darío Vittori, Así son los míos, Nosotros y los otros, Manuela, Zona de riesgo, El precio del poder, Alta comedia, Sin condena, Montaña rusa, Por siempre mujercitas, Los buscas de siempre, Primicias, Los simuladores, La ley del amor, Un cortado y Vidas robadas. “Nunca hay buenos y malos. El personaje más terrible siempre tiene rasgos positivos. El actor debe descubrir el ángel y el demonio que habitan en todo papel”, decía en las entrevistas cuando hablaba de sus personajes.
Durante muchos años se dedicó a formar actores y alternaba sus clases de teatro con sus trabajos en televisión y teatro.
No hay uno de sus compañeros que no lo recuerde con cariño. Mario Alarcón le cuenta a LA NACIÓN: “Pachi era muy buen compañero y muy buen profesional. Compartimos durante algunos años el elenco estable del San Martín y en los camarines hablábamos de lo clásico: un poco de política, un poco de fútbol, un poco de automóviles. También hemos hecho algunas giras. Una vez me contó que le debía mucho a Tato Pavlovsky y Jaime Kogan, porque con ellos hizo su primera obra y a partir de ahí no paró nunca. Cuando lo vio Kiev Staiff lo llamó para el San Martín; Kiev tenía una gran virtud porque veía mucho teatro y cuando convocaba a alguien, ya sabía cómo trabajaba”.
Patricio Contreras también lo recuerda con cariño: “Nos conocimos con Pachi trabajando en el Teatro Payró y, aunque no compartíamos obra, solíamos encontrarnos allí antes de las funciones y conversar largo y tendido. Un gran tipo y gran profesional”.
Jorge Marrale, en cambio, lo conoció haciendo televisión: “No compartimos tanto trabajo pero sí hemos charlado mucho. Era un tipo divino, con una empatía maravillosa y un actor muy particular. Encantador. Nos cruzábamos todo el tiempo cuando los actores ejercíamos el hermoso oficio de hacer televisión y fue maravilloso y pude aprovecharlo con grandes cosas; ya no. Pachi hacía también televisión, teatro, y todos salíamos de un canal y nos metíamos en otro. Era muy bien compañero”, le contó a LA NACIÓN.
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