La diva se divirtió en un evento con amigos, cena y show
"Todo este lío porque acaba de llegar Susana, ¿podés creer?" El acomodador de autos es uruguayo, y tal vez le cueste entender el furor que causa a cada paso que da en la vida la blonda diva argentina Susana Giménez. Está pasando sus días de veraneo, como todos los años, en Punta del Este -adonde llegó para pasar las fiestas- y apenas se deja ver. Sabe que los fotógrafos de todos los medios de la Argentina y cruzando las fronteras esperan hacerse con una imagen de ella y su glamour a base de gafas oscuras y animal print paseando por el balneario más exclusivo de América latina. Su primera aparición fue en una cena organizada por HSBC en el restaurante más top de estas latitudes, La Huella, en José Ignacio. Allí compartió una velada íntima y deliciosa junto a otras celebrities como Evangelina Bomparola, Julieta Spina y su marido Augusto Rodriguez Larreta, Alan Faena junto a Ximena Caminos, Juliana Awada y las hermanas Rosella y Patricia della Giovampaola, entre otros.
Pero el verdadero alboroto lo causó, tal como señaló el acomodador, cuando llegó a la fiesta organizada por Mercedes Benz en Laguna Escondida, un complejo ubicado a pocos kilómetros de José Ignacio, cerca de la Laguna Garzón. Lookeada con un pantalón ajustado y una blusa estampada que insinuaba su escote sin mostrar demasiado, Susana se detuvo en la entrada el tiempo suficiente para que todos pudieran sacarle la foto de rigor. Derrochando simpatía, saludó a diestra y siniestra y se sentó en una mesa especialmente dispuesta para ella.
"Rosella, ¡estás divina!". Sus exclamaciones se hacían escuchar. Sin dudas, era el centro de atención de un evento que no escatimó en glamour. "Estoy muy contenta, pasándola muy bien. Después me voy a Miami", contó en un breve intercambio con Hola.com.ar. Desde su mesa VIP, haciendo gala de su carisma, la diva permitía a algunos acercársele más de lo permitido y se imponía ante sus agentes de seguridad para permitir que algunas fans se sacaran una foto con ella. "Notas, no. Fotos, sí", decía divertidísima y mostrando una gran sonrisa, esa que enamora a su público, y que hace imposible que alguien se enoje con ella. Es que la polémica que ocupa las tapas de todos los diarios estos días gira en torno, precisamente, a uno de sus más íntimos amigos y ex pareja: Ricardo Darín y su enfrentamiento con Cristina Kirchner. Así que toda la prensa esperaba un comentario. "No, prefiero no hablar de eso", dijo a este medio. "Ese es el titular". Otra sonrisa para zanjar el asunto sin lugar a réplicas.
Durante más de dos horas, Susana charló animadamente con Teté Coustarot, Rosella y Patricia della Giovampaola, ponderándose mutuamente sus looks, y se tomó un buen rato para conversar con Nacho Viale a quien le preguntó por su abuela, Mirtha Legrand. Cuando se acercaban las bandejas con alguna de las delicattessen servidas por el catering de Novecento, dudaba un rato. Rechazó el langostino, pero le dijo sí a los canapés. Una copa de vino la acompañó toda la velada.
De súbito, los rasguidos de una guitarra convocaron a todos al centro del salón. Las voces que sonaban eran las de Griselda Siciliani y Carlos Casella, que brindaron un verdadero show. Ella con gafas negras y un vestido hiper corto, él destilando actitud, agradecían encantados los aplausos de Susana y sus vítores: "¡Los amo!", "¡Genios!" "¡Bravo!" Luego, los aplausos volvieron a ella, la diva. Griselda cantaba la ranchera "No me vuelvo a enamorar", y Susana le contestó: "¡Yo tampoco!" , para luego seguir cantando un fragmento del estribillo, lo que despertó una espontánea ovación de los presentes.
Griselda y Susana se saludaron después del show antes que la diva abandone el evento, otra vez envuelta en los flashes. "Chau, mi amor", gritó para quien quiera oírla, antes de subir a la camioneta que la llevaría de vuelta a La Mary. Nada parece hacer mella en su buen humor y su carisma es indeleble.