Toto Rovito, el actor de linaje que protagoniza la serie del momento y, con 28 años, fue parte de dos películas nominadas al Oscar
A dos décadas de la tragedia de Cromañón, el joven actor interpreta a un sobreviviente en una serie que explora el dolor, la solidaridad y el reclamo de justicia de una generación; su recuerdo de ese momento y su amor por el rock and roll
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La actuación y el rock están en su ADN. Santiago “Toto” Rovito, nieto de los actores Bárbara Mujica y Oscar Rovito e hijo del productor Pablo Rovito, tiene 28 años y ya formó parte de dos historias reales nominadas al Oscar: en Argentina, 1985 (2022), interpretó a uno de los asistentes del fiscal, y en La sociedad de la nieve (2023), dio vida a uno de los rugbiers que no regresó de la montaña. También actuó en Cris Miró: Ella (2024) y coprotagonizó Blondi (2023) junto a Dolores Fonzi, un éxito que consolidó su talento en el séptimo arte.
Con Cromañón, una de las series más vistas en Prime Video desde su estreno el pasado viernes, Toto vuelve a la ficción basada en hechos reales, reviviendo el horror de la tragedia del 30 de diciembre de 2004, la noche en que una bengala desató un incendio en el club República Cromañón durante un recital de Callejeros y marcó para siempre la vida de miles de personas.
A casi 20 años de la tragedia, la serie de ocho episodios explora tanto la pérdida como la solidaridad entre los sobrevivientes y el grito de justicia que todavía resuena para las 194 familias que perdieron a sus seres queridos y para los sobrevivientes, que aún cargan las cicatrices de esa noche: “Ni una bengala ni el rock and roll, a nuestros pibes los mató la corrupción”.
–¿Cómo fue interpretar a un sobreviviente de Cromañón?
–Bueno, fue un proyecto que me sedujo desde el minuto uno. Desde que supe que había un casting de una serie que se llamaba Cromañón, era un delirio poder pensar en quedar y hacerlo. Es una historia que está viva en nuestra sociedad, es una herida abierta. Ese factor hace que cualquier persona te diga dónde estaba en el momento que pasó Cromañón, que sepa dónde estaba, que se le mueva algo. Es tan así, que los sobrevivientes siguen unidos, siguen organizados, siguen peleando por sus derechos.
–Pasaron casi 20 años, ¿qué sentís al interpretar esta historia?
–Sí. La palabra “Cromañón” lleva a tanta gente a ese lugar; es algo trascendental en nuestra sociedad, en nuestra generación. Además, apenas pasó en 2004 y no estuvo bien contado. Desde entonces se reivindicó mucho a los pibes, se buscó encontrar un culpable, se embarró mucho la información. La serie viene centrada en contar la historia de los pibes, desde su propia perspectiva, desde adentro, y cómo ellos salen hermanándose, solidarizándose, organizándose todos juntos para ir a pelear por sus derechos. Son víctimas de un hecho de violencia institucional y les quitaron una parte muy importante de su vida. Los pibes se salvaron a sí mismos; eso se ve en Cromañón.
–¿Tenés algún recuerdo de esa época?
–No, no tengo recuerdos exactos de qué estaba haciendo en esa época. Me han contado mis viejos qué estábamos haciendo, porque yo estaba con ellos veraneando en Mar Azul, habíamos llegado ese día. Yo era muy chiquito, tenía 8, pero si me hubiese agarrado con 15, quizás hubiese estado ahí. A mí siempre me gustó el rock nacional. Te diría que escucho casi exclusivamente música argentina y toda mi vida fui a ver bandas. Entonces el tema me surgió muy rápido, crecí hablando de Cromañón, es algo que estuvo presente en mi vida y creo que en la de todos: quedó en la memoria colectiva.
–Llevás tres historias reales en los últimos dos años. ¿Te atraen especialmente estos proyectos?
–Sí. No me puedo dar el lujo de elegir mis trabajos, por lo menos en este momento de mi carrera no los elijo. He tenido mucha suerte con los que me ha tocado representar y en los casos en los que son historias reales, me sentí muy orgulloso de formar parte de esas historias, porque todas las que me tocaron, tanto en Ella: Cris Miró, en Argentina, 1985, La sociedad de la nieve y ahora Cromañón, son historias que a uno lo llenan de orgullo participar y contarlas, poder ser parte de la memoria activa de lo que pasa en el país, de las historias de un pueblo.
–¿Sentís una responsabilidad especial al interpretar hechos reales tan sensibles?
–Todo implica responsabilidad. Hacer ficción, porque si vos estás contando una historia ficcionada, igualmente estás contando algo y te estás parando políticamente en un lugar. Y una historia real tiene una cuota de responsabilidad extra. Creo que lo que haga uno en su vida siempre tiene que hacerlo con conciencia. En el caso de las historias reales es el doble, porque es súper tangible, es algo que pasó y que hay gente que lo vivió y a vos te toca encarnar eso sin haber estado esa noche o sin haber sido esa persona. Más allá de que mi personaje en la serie no está basado en nadie en particular, se trata de contar la historia de quizás muchos pibes que se puedan sentir identificados. Esa responsabilidad la entendimos, todos me parece, en el elenco y todos en el equipo, había que comprometerse con cuerpo y alma y fue lo que hicimos. Ver a los técnicos emocionados filmando una escena, ver a los extras cubiertos de hollín todos negros, llegar a un set de filmación tan bien realizado. Fue fuertísimo y realmente conmovedor ver cómo todos estaban dándolo todo para contar esta historia como se merece.
–¿Tuviste contacto directo con sobrevivientes para el rol?
–Primero tuvimos una reunión, nosotros ya veníamos ensayando y estudiando el tema, pero cuando nos juntamos todo cobró otra dimensión. Escucharlos a ellos abrir el corazón como lo hicieron requiere de gran coraje. La manera en que se abrieron con nosotros y nos contaron todo lo que les pasó. Estamos infinitamente agradecidos con todas las personas que se acercaron a contar su historia, ayudó muchísimo a hacer el proyecto porque es una referencia muy clara. Si vos construís un vínculo con una persona que estuvo ahí, más allá del relato, es algo a lo que vos podés acceder emocionalmente para después interpretarlo.
–¿Conociste a José Iglesias, el abogado que representó a las familias de las víctimas?
–No lo conocí. Pero su historia es una historia heroica. Es increíble lo que él hizo. Pudo ser abogado querellante de un montón de madres que estaban sin amparo legal y él estuvo ahí luchando no solo por la pérdida de él, sino por la pérdida de un montón de madres.
–¿Cómo ves la diferencia entre las formas de duelo en los personajes de Nico y Male en la serie?
–Cada persona es un mundo y tiene una manera distinta de transitar las cosas en general; en Cromañón se ve mucho eso. Nosotros tomamos dimensión de eso cuando escuchamos los distintos testimonios de los sobrevivientes: algunos les costó un montón, tuvieron ataques de pánico, no podían dormir; otros se fueron de fiesta al día siguiente como si no hubiese pasado nada. Es decir, cada persona tuvo su manera de reaccionar, ya sea trabajándolo, negándolo o lo que fuera. Cada una vivió su propio proceso, y la serie intenta recrear eso. En definitiva, siempre termina en el mismo lugar: todos nos salvamos de la mano de alguien. El que salió de Cromañón, salió porque alguien lo sacó. Entonces me parece que el sentido de lo colectivo es algo fundamental para la vida, y en Cromañón se ve a flor de piel.
–Estuviste en dos películas basadas en historias reales que estuvieron nominadas al Oscar: Argentina, 1985 y La sociedad de la nieve...
–Sí, y es un lindo el reconocimiento. Es un motivo de orgullo enorme. Más allá de que uno no trabaja por los premios, levantan un poco el ego, y me tocó vivirlo en proyectos en los que fui parte. Tener un reconocimiento internacional tan fuerte como es el de una candidatura al Oscar, la verdad es que es un motivo de orgullo gigantesco. Que después no lo hayamos ganado, ya el haber estado ahí es hermoso.
–¿Trabajaste siempre en la Argentina?
–Acá y en Uruguay. La sociedad de la nieve es una película española en realidad, pero yo filmé solo en Uruguay. Tenía escenas en España, que al final no pude hacer porque me salió el rodaje de Cromañón, así que no pude viajar.
–¿Te gustaría trabajar en España?
–Es como un camino lógico de los actores. En algún momento se van para allá a probar su arte. Yo fui a España dos veces, me encanta, la pasé muy bien, pero soy muy fanático de mi país y de mi ciudad. Buenos Aires me fascina y me sigue fascinando, camino las calles de noche, miro los edificios y me enamora. Amo esta ciudad y amo nuestra cultura. Prácticamente solo escucho música argentina; también te diría que veo casi solo cine argentino. Hay algo de nuestra identidad que me apasiona y me siento muy arraigado.
–¿Esa pasión por lo nuestro viene de familia?
–Creo que sí, me parece que siempre se le dio mucha atención. Estoy muy arraigado a lo nuestro y en algún punto tiene que ver con un linaje familiar o con una ideología familiar. Me acuerdo de chiquito comiendo con mis viejos, yo había terminado de ver Piratas del Caribe, y les dije: “Mi sueño es ser actor e irme a filmar con Johnny Depp.” Y la respuesta fue: “Acá tenemos cosas increíbles.” Al tener una familia que se dedica al cine, mi papá tiene más de 30 películas hechas en la Argentina, me lo bajaron de toque: “Mirá, antes de decir eso, fíjate qué hace Federico Luppi”, me dijeron. Y hoy para mí Federico es uno de los mejores o el mejor actor que tuvimos.
–¿Qué opinás de la ficción argentina actual?
–Se está viendo en la Argentina una ficción de altísima calidad. Históricamente. Ahora está pasando algo muy interesante, que es que se están abriendo nuevos horizontes. Por ejemplo, Cuando acecha la maldad tuvo un éxito impresionante y abre las puertas para hacer otro tipo de cine acá, de otros géneros. Lo que se viene con [la serie de Netflix] El Eternauta parece que va a ser gigantesco. Me parece que tenemos muchísimo para ofrecer, tenemos una industria fantástica de cine y audiovisuales en nuestro país; aunque la quieran destruir y la quieran cambiar, no hay manera, la vamos a seguir defendiendo.
–¿Te referís a decisiones políticas que afectan al cine?
–Sí, hay intenciones clarísimas de desfinanciar la cultura y no se está viendo el valor que tiene para una sociedad tener una identidad fuerte como la nuestra, con historias tan nuestras. Tenemos todo para ser competitivos a nivel mundial, y lo somos. Me parece que hay que defender nuestro cine, nuestra industria, y vale la pena dar esa lucha.
–¿Considerás que Blondi cambió el rumbo de tu carrera?
–Sin duda. Blondi y Argentina, 1985 están a la par. A Dolores [Fonzi] la conocí durante el rodaje de Argentina, 1985 y ahí ya me contó de su proyecto. Siempre le digo: “Me cumpliste el sueño de protagonizar una película”. Fue la primera vez que me tocó hacer un protagónico, encima de la mano de ella y con un equipo de primera. Fui en modo esponja a intentar absorber todo. Hoy me doy cuenta que Blondi me ayudó muchísimo para seguir trabajando y creciendo en mi carrera, ni hablar de lo que aprendí.
–Decís que no elegís tus proyectos, ¿te considerás afortunado?
–Voy a todos los castings que me llaman, no importa lo que sea, necesito mostrarme, conocer gente nueva y que me vean. Esta profesión depende mucho de la suerte. A veces trabajar o no, no tiene que ver con el talento o la dedicación que vos le pongas, sino con tener la oportunidad. Entonces, sí, tuve suerte. Todos los proyectos que hice me interesaban muchísimo, quería estar y estaba feliz de poder hacerlos. Definitivamente me considero una persona con suerte.
–¿Recordás tu primera vez sobre el escenario?
–Toda mi familia es del mundo del arte y creo que fui mamando eso desde siempre, se me dio muy natural. De chico me gustaba llamar la atención, mostrar cosas. Agarraba una guitarra y tocaba cualquier cosa enfrente de mi familia solo para que me vean. Estudié música y teatro, que para mí van de la mano, porque hay algo muy performático en la música. La primera vez que me paré frente a gente a mostrar algo que había ensayado y preparado fue en mi colegio, el Pellegrini. Hacíamos una peña rock y con un compañero hicimos un cover de Sui Generis: “Cuando comenzamos a nacer”.
–¿Qué sentiste en ese momento?
–Pasión, ya sabía lo que quería hacer. Después la primera vez que me tocó actuar fue en Un amor (2011), una película de Paula Hernández. Tenía 15 años y hacía un personaje muy chiquito. Aprendí un poco cómo era estar en un set de filmación. Me gustan mucho sus películas, y a lo largo del tiempo me quedó el sueño de ser dirigido por ella, porque me gusta mucho lo que hace y cómo trabaja con los actores.
–¿En qué estás trabajando ahora?
–Estoy por sacar un videoclip de un single que dirigió Olivia Nuss, y también sale Toti Bengoechea [compañera de elenco e hija de Alejandra Darín]. Nos hicimos muy amigos a partir de Cromañón.
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