En la adaptación de la novela de DeLillo, el protagonista de la saga ‘Crepúsculo’ da un paseo en limusina con David Cronenberg como chofer
Cosmópolis
Robert Pattinson
Dirigida por David Cronenberg
***
Si pueden sobreponerse a la densidad psicológica del libro original (la novela de Don DeLillo, publicada en 2003), y a la chismografía farandulesca que rodea al protagonista, Robert Pattinson (su separación de Kristen Stewart), esta película hipnótica les demostrará dos cosas: que Pattinson es muy buen actor, y que el director David Cronenberg nunca le hace asco a un desafío. Pattinson se luce en el papel de Eric Packer, que tiene el mundo a sus pies a los 28 años, y que sin embargo es incapaz de evitar que su mundo financiero se derrumbe mientras recorre Manhattan en una limusina blanca. ¿Su destino? La peluquería. Así funciona la película: transcurre en un día y en una limusina. Pero DeLillo llenaba ese día de incidentes. Y Cronenberg es un maestro en eso, como lo prueba el surrealismo de sus películas (en especial, su adaptación de El almuerzo desnudo, con ojo poético y buen oído para los diálogos).
En un microcosmos, Cronenberg logra recrear un mundo entero que se cae a pedazos.
Eric se ha encerrado herméticamente en una limusina diseñada para impedir el paso de cualquier cosa que provenga del mundo exterior. Allí dentro, puede ignorar las protestas que lleva a cabo el 99 por ciento de la gente, consultar a su nerd de confianza (Jay Baruchel) y a su gurú financiera (Emily Hampshire), someterse a un examen de próstata, tener sexo con su amante (Juliette Binoche) y salir para celebrar perturbadoras reuniones con su esposa (Sarah Gadon) y con un ex empleado descontento (Paul Giamatti). Con la ayuda del talentoso director de fotografía Peter Suschitzky, Cronenberg logra recrear, en un microcosmos, un mundo que se cae a pedazos. En esta película febril, Pattinson está particularmente incendiario, en especial en una escena de tiroteo con el gran Giamatti. Cosmópolis, tan exigente como atrevida, no es un viajecito tranquilo. Lo digo como un gran elogio.
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