Estreno. Sensualidad juguetona y libertad
Mathieu Amalric investiga el fenómeno del nuevo burlesque en Tourneé
Una troupe de artistas de music hall en gira. No por cotizados escenarios internacionales, sino por modestas salas de provincia en el interior francés. Tampoco grandes nombres ni estrellas refinadas y esculturales con delirios y pretensiones de divas ni hospedajes en grandes hoteles, porque a Mathieu Amalric –el gran actor francés de La cuestión humana, Reyes y reina o La escafandra y la mariposa– le gustan los actores de carne y hueso, y las chicas del New Burlesque, las que él coloca en el centro de Tournée, el film que IFA estrenará mañana, desbordan naturalidad. No son sofisticadas ni aspirarían (con sus siluetas voluptuosas y sus lanzadas rutinas) al Lido de París. Lo que sí tienen es "el don de transformar cualquier lugar en una fiesta y una opaca cadena hotelera en un lugar de deseo".
Amalric, que ganó por este film el premio al mejor director en Cannes 2010, es además el protagonista de la película, un productor que aunque tuvo en otros tiempos muchos éxitos, ha dejado unas cuantas cuentas pendientes antes de abandonarlo todo para irse a probar suerte en los Estados Unidos. De allí trae ahora a esta troupe que reclutó entre representantes del New Burlesque, un movimiento que tuvo su origen en los Estados Unidos de la década del 90 y combina las tradicionales y eróticas danzas del abanico y otras rutinas picarescas típicas de los años 20 y 30 con otros números sexualmente más agresivos tomados del punk y de los videos de MTV.
Lo curioso es que en el origen del film está Colette. "Se trata de unos textos, El otro lado del music hall, que yo llevaba conmigo desde hacía tiempo. Era un puñado de notas escritas durante una gira para un periódico que las publicó como una serie. Situaciones brillantes de su vida como actriz: una especie de pantomima escandalosa. Por aquel entonces, Colette tenía entre 33 y 39 años, e iba de pueblo en pueblo", cuenta el actor-director en una entrevista reciente. Y pone un pequeño tramo como ejemplo: "Corríamos al hotel, al agobiante vestuario, y hacia las cegadoras luces. Corríamos impacientes, cacareando como aves de corral, con la ilusión de vivir rápido, de ser dulces, de trabajar, de apenas pensar, de no cargar con lamentos, ni remordimientos, ni recuerdos..."
"Lo que nosotros quisimos –explica Amalric– fue buscar los equivalentes contemporáneos; en el striptease, en la vida nocturna. Pero no encontrábamos a nadie que tuviera esa atracción por el movimiento, ese sano gusto de Colette por la provocación. Seres rebosantes de salud, de vitalidad, que hicieran de su cuerpo una declaración de libertad."
Ahí intervino el azar, otra vez. Lo que vale un paréntesis: Hay que recordar que Mathieu llegó al cine por accidente. El gran cineasta georgiano Otar Iosseliani (Hogar dulce hogar) era muy amigo de sus padres, un editorialista de Libération y una crítica literaria, y cuando en 1983 andaba en busca de un actor adolescente, se le ocurrió invitar a Mathieu a integrarse al elenco de Los favoritos de la luna. El muchacho –tenía entonces 18 años– aceptó. Créase o no, no lo entusiasmó en principio la actuación (justo él: hoy, uno de los más grandes intérpretes con que cuenta Francia), pero sí lo apasionó el mundo del cine, y tanto que al poco tiempo abandonó los estudios para unirse al grupo como auxiliar, tramoyista o utilero. Quería ser director. Y lo viene siendo desde hace años: Tournée es su cuarto largometraje. Pero antes, ya lo sabemos, iba a descollar como actor a las órdenes de Iosseliani, Arnaud Desplechin, André Téchiné, Olivier Assayas, Raul Ruiz, Julian Schnabel, Spielberg (Munich) y otros. Fin del paréntesis.
Volvamos al azar. Esta vez le salió al cruce un artículo periodístico que hablaba de la actuación del New Burlesque en un cabaret de París. "Había fotos de Dirty Martini, el personaje del film con un estilo más cercano a Fellini, y de Kitten on the Keys, el tipo que toca el piano –sigue Amalric–. Al ver este artículo, tuvimos (con su amigo y coguionista Marcelo Novais Teles) la sensación de que Colette estaba allí, en esa tórrida sensualidad juguetona y, esa afirmación íntima y política de la belleza potencial de cada uno de los cuerpos, independientemente de cuál fuera su edad. Ahí comenzó todo."
Estaban los personajes. "No había ninguna necesidad de que las chicas contaran su pasado: los rostros y los cuerpos lo cuentan." Faltaba una historia que hiciera de nexo. El suicidio del productor independiente Humbert Balsan, que lo conmovió profundamente, tuvo que ver. "Marcelo y yo siempre habíamos explorado otra vía: mi fascinación por los productores, su locura y su valentía. El film sería también la historia de un hombre que lucha contra su melancolía. Un ex productor de televisión que, gracias a esas chicas, regresa a su país para hacer que triunfen y, a través de su éxito, lograr su resurrección. ¿Quién quiere seguir siendo un príncipe sin reino, y sin poder?"
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