Sisters: logrado retrato de un parentesco forzoso
Muy buena / (Australia/2017) / Creadores: Imogen Banks y Jonathan Gavin / Elenco: Maria Angelico, Antonia Prebble, Lucy Durack, Dan Spielman, Charlie Garber, Barry Otto, Emily Barclay / Disponible en: Netflix.
"Ser tu hija me ha definido. Sí, esa soy yo, la hija del premio Nobel. Pero ahora ni siquiera eso". Las palabras de la treintañera Julia Bechly (Maria Angelico) resuenan frente a la cama de su padre, premiado por sus pioneros tratamientos de fertilización in vitro y, al final de su carrera, encontrado responsable de haber embarazado a más de cien mujeres con su propio esperma. Esa original revelación con ribetes tragicómicos es el centro de Sisters, serie australiana disponible en Netflix que combina una energía notable para la comedia con un entramado dramático que incluye complejas disquisiciones sobre la ética profesional, la responsabilidad parental y el egoísmo que a todos nos asalta de vez en cuando.
Concentrada en las únicas tres mujeres entre los numerosos "niños Belchy", Sisters entrelaza sus vidas luego de esa repentina hermandad, a partir de la complejidad de sus lazos (algunas ya se conocen de antes), la complementariedad de sus personalidades, los secretos que las atraviesan, las ausencias que las definen. Si Julia es impulsiva y vivaz, atenta y cariñosa con su padre, dispuesta a asumir culpas y deberes ajenos, Edie (Antonia Prebble) es rígida y cerebral, atrapada en un matrimonio amable y sin deseo, con lagunas que definen su sexualidad, su relación con su madre y el compromiso con su profesión. Entre ellas, Roxy (Lucy Durack) es la niña grande, el rostro principesco de un programa infantil que lidia con el férreo control de sus padres y sueña que esa repentina vida nueva pueda traerle la libertad y madurez anheladas.
Hay que destacar que Sisters nunca elige los caminos más fáciles. A lo largo de sus siete episodios, consigue enriquecer a sus personajes con emociones y descubrimientos contradictorios, ensaya un humor nunca evidente y exento de cualquier cinismo, y se sumerge en los vínculos humanos con ternura y comprensión, sin por ello caer en la cursilería o el sentimentalismo. La clave está en la humanidad de las actuaciones -sobre todo Angelico y Prebble-, en la elusión de los tentadores lugares comunes, y en una puesta en escena nunca demasiado marcada, que permite entrar y salir de los espacios con los personajes, seguir sus rumbos inciertos, sus dudas irresueltas.
Todo lo que se pudo haber jugado en la historia de la comedia romántica sobre las confusiones de identidades, las fraternidades imprevistas o los conflictos hereditarios aquí se combina con notable autoconciencia y la sabia decisión de mantener a la figura paterna en el abismo de la representación. Son esas certezas -las de la voz del padre- las que nunca se alcanzan, las que inspiran la autonomía de la propia búsqueda, la conquista de las propias verdades.
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