Tardes de sábado al divino botón
- Periodista de raza es un título que suele otorgarse con ligereza, pero Rómulo Berruti lo calza a la perfección. El hombre comenzó como crítico de espectáculos en medios gráficos y después pasó a la radio y la televisión; se movió con naturalidad entre el arte, como el teatro, y lo popular, como la revista porteña. Soltero, dandy maduro del barrio de Recoleta, Berruti tiene ese don mundano que tan bien le sienta a su oficio. Por eso, no deja de sorprender a sus colegas cuando les habla de su hobby predilecto. "Lo mío es el fútbol de botones", dice con una mueca picaresca, que recuerda a su amigo Alberto Olmedo. "Es igual al fútbol, pero con botones en vez de jugadores." Y, acto seguido, procede a una demostración.
- "Son 11 contra 11 y los botones se impulsan ejerciendo presión con una ficha de póquer", explica, mientras arranca una partida con su habitual rival, el redactor jefe de la revista Gente, Alfredo Serra. "Los arcos son de acrílico y usamos una cancha de papel bajo el vidrio de la mesa. Las reglas son iguales a las del fútbol. Juego a esto desde hace 45 años", cuenta. Tras meditar un poco, sentencia: "A esto deberían jugar los pibes... ¡otra que PlayStation!"
- Para los que recuerdan al conductor en su paso por Función privada, el programa cinéfilo que conducía con Carlos Morelli y terminaba inexorablemente con un brindis, la escenificación del fútbol de botones resulta algo familiar. Los botones están desplegados como fichas de blackjack. Los contrincantes giran en torno de la mesa bien iluminada por lámparas, como jugadores de billar. Los dos tienen un cigarrillo en la boca, lentes y una concentración afín a los jugadores de póquer del film Extraña pareja. "Hacemos dos tiempos de 45 minutos y también hay un tercer tiempo –explica–. Pero en lugar de hacer entrenamiento, nosotros vamos al barcito para tomar un par de whiskies."
- Cuando termina el primer tiempo, Berruti se sienta y empieza a hablar: "Hace muchos años Alfredo Serra, mi gran amigo aquí presente, con el que estudiaba periodismo en el Instituto Grafotécnico, vino a mi casa a preparar exámenes. Vio en la cocina una mesa de fórmica y dijo, como para sus adentros: ¡Qué buena mesa para jugar a los botones! Era una tarde de fuego, con un calor infernal, pero igual Freddy fue hasta su casa, en Belgrano, para traer los botones que usaba en la infancia. Así, empieza nuestra larga amistad relacionada con este juego, que fuimos elaborando y perfeccionando a lo largo de los años".
- Entre las faltas más comunes están las infracciones, que ocurren cuando un botón golpea a otro del equipo adversario, y el hand, es decir cuando la pelota, que es otro botón mucho más chico, cae encima de un botón contrincante. "Esto puede significar penal o tiro libre", apunta Berruti. También hay laterales y corners. Luego, como en un partido de fútbol, los equipos se acomodan formando un ataque. "Freddy ganó más partidos que yo –admite–. Hace 25 años que jugamos todos los sábados; a las 3 de la tarde estoy religiosamente aquí."
- Una somera búsqueda en Internet revela que tanto en el país como en el exterior, especialmente en Brasil y España, existen organizaciones de fútbol de botones; la mayoría difiere en el reglamento, en los tiempos, y reemplazaron los botones por fichas. "Pero si los agarramos les damos una paliza", dice Berruti, jactancioso. "Es que jugar con fichas es aburrido, son todas iguales; en cambio, los botones estimulan el ingenio –explica–. Usamos botones chatos para los remates fuertes y otros con forma de cúpula para los tiros libres, porque pegan con chanfle y la pelota pasa sobre la barrera. Además, tienen que ser muy lisos; nos pasamos horas limándolos. Y la superficie de la mesa es de vidrio, para ayudar en el deslizamiento de los jugadores."
- Sin inmutarse, Berruti habla de los botones como jugadores. Y todos tienen un nombre, que puede provenir de parientes o algún crac célebre. Hay suplentes y hasta un cofre donde van a parar los lesionados de por vida; es decir, los botones dañados. Berruti y su amigo crearon una jerga que descoloca a cualquier visitante. "Una vez vino Horacio Embón, el periodista –cuenta–. Quedó sorprendidísimo, y cada vez que me ve me pregunta por los botones. Claro, todos se entusiasman, pero es muy difícil jugar a esto. Cuando se animan, ven que no le pegan a la pelota. Entonces, cuelgan la toalla. El único que se enganchó es el hijo de Freddy, con el que jugamos campeonatos donde hay trofeos y todo."
- Un silbato imaginario indica que terminó el partido. Rómulo Berruti acaba de romper una mala racha con una victoria, apta para la ocasión. Los botones van a ser guardados en un cofre cubierto de talco, para conservarlos. "No es fácil encontrar botones aptos para el juego; los de mejor calidad son los viejos, que heredamos de algún familiar o compramos en ferias –expresa–. Hoy el fútbol domina la vida cotidiana, ¡y esto es puro fútbol! Ojalá los chicos pudieran acercarse a este mundo, más artesanal, y dejaran de estar sometidos al hipnotismo de la pantalla."
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