Manuel Ledvabni: un reconocido militante del teatro
"Yo soy un futbolista frustrado. Por suerte, lo advertí rápidamente y elegí el teatro de joven. ¿Qué me da? Me permite jugar hasta el día que me muera". Y así sucedió. El director Manuel Iedvabni, que lamentablemente falleció anteayer, a los 88 años, desplegó una muy destacada actividad a lo largo de su carrera generando muchas veces sus propios proyectos escénicos.
Manolo, como solía llamársele, comenzó sus estudios teatrales en la escuela del Teatro IFT. Entre 1950 y 1954, actuó y realizó asistencias de dirección en esa sala en espectáculos dirigidos, entre otros, por Alberto D'Aversa, Atahualpa del Cioppo, Carlos Gorostiza, Oscar Fessler y Jordana Fain. Su primera dirección fue Una gota para el mar, de Osvaldo Dragún. Desde entonces su labor se multiplicó notablemente y puso en escena textos clásicos y contemporáneos y en muchas oportunidades introdujo en la cartelera porteña a dramaturgos extranjeros desconocidos por el gran público, como Loleh Bellon (Una relación tan delicada), Meter Hacks (Conversación en la casa Steim sobre el ausente Sr. Von Goerthe), Werner Schwab (Las presidentes). Sentía un interés particular por los autores. "Tengo un gran respeto por el dramaturgo -explicó el creador en 2010 a LA NACION-. Hay una teoría que sostiene que todo director es también un autor, pero no la comparto. De Esquilo, Sófocles, Eurípides nos quedaron los textos; de los directores, solo monumentos".
Iedvabni fue también un destacado propulsor de espacios teatrales. En 1968 participó de la creación del Teatro del Centro; en 1980, del Teatro Contemporáneo, y en 1985, de El Galpón del Sur.
Al cabo de los años sus puestas se realizaron en los teatros oficiales, comerciales e independientes. Su último trabajo pudo verse en la sala La Comedia, el año pasado. Una exquisita versión de Agamenón, de Esquilo, interpretado magníficamente por Ingrid Pelicori y Osmar Núñez. Allí compartió la dirección con Pablo Flores Maini. En la versión actualizaba la tragedia y la acercaba al público contemporáneo. Una labor que siempre realizaba cuando montaba materiales clásicos. "No entiendo a los que dicen que hacen teatro ruso o inglés - se quejaba-. Yo utilizo textos originales y a partir de ellos planteo cómo los vivimos hoy. A veces, cuando fracasa un espectáculo, me digo: 'Traté de publicar el diario de ayer, que no lo compra nadie'. El teatro es el presente. Claro que no se pueden obviar las circunstancias en las que fue escrita una obra, pero uno no puede revivirlas. Antes que repetir fórmulas viejas, más vale inventar nuevas y encarar el texto con la frescura con la que fue escrito". Entre sus puestas de autores clásicos pueden recordarse El avaro, de Molière; El alcalde Zalamea, de Calderón de la Barca; Tres hermanas, de Antón Chéjov; Hamlet, de William Shakespeare; Los pequeños burgueses, de Máximo Gorki. Siempre sostuvo un profundo interés por el teatro de Bertolt Brecht, de quien montó Santa Juana de los mataderos, La resistible ascensión de Arturo Ui, El círculo de tiza caucasiano, La condena de Lucullus y La buena persona de Se-Chuan.
Por su labor, recibió los premios María Guerrero, ACE, Trinidad Guevara, Florencio Sánchez y el premio Trayectoria de la Asociación Argentina de Actores. Fue distinguido como ciudadano ilustre por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires en 2014. El trabajo de Manuel Iedvabni siempre fue muy reconocido por la comunidad teatral porteña.
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