Aun muerto, Shaw es siempre noticia
George Bernard Shaw, el autor de "Hombre y superhombre", vivió entre 1856 y 1950. Personaje singular, visto como excéntrico aun por los ingleses mismos - después de todo, era irlandés-, escribió más de cincuenta piezas teatrales y sus obras completas abarcan cuarenta volúmenes, sin contar los de su correspondencia, todavía en trámite de ser recopilada.
Bibliotecas enteras han sido dedicadas a analizar y comentar su teatro, sus actitudes políticas y su conducta en general, tildada de extravagante. Se dice que durante su vida adulta escribió no menos de diez cartas diarias, conservadas por sus corresponsales como un tesoro y que no han terminado de aparecer, en todas partes del mundo.
Pese a los cincuenta y dos años transcurridos desde su muerte, Shaw sigue viviendo en la imaginación de la humanidad. Aunque más no fuere porque sobre su "Pigmalión" se basa una de las comedias musicales más famosas de todos los tiempos, "Mi bella dama". Y aquí mismo, en Buenos Aires, "Hombre y superhombre" es uno de los espectáculos más afortunados en la actual programación del San Martín. Aparte de su genio, hay otros motivos que lo mantienen vigente. Parece que por fin ha culminado, en Gran Bretaña, el pleito que vienen sosteniendo, desde hace años, dos biógrafos de Shaw, enemigos acérrimos: Michael Holroyd y Dan H. Laurence.
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Sabido es que algunos biógrafos aspiran a convertirse en dueños absolutos de la vida y obra de sus biografiados, sobre todo cuando éstos son universalmente famosos. Tal el caso de Dan H. Laurence, un catedrático norteamericano que, tras colaborar con su compatriota Leon Edel en una monumental biografía de Henry James, se dedicó apasionadamente a la personalidad de Shaw. Su ambicioso plan abarcaba cuatro volúmenes de correspondencia, una bibliografía exhaustiva, el control de una edición de las obras completas con sus respectivos prefacios, la publicación de facsímiles de los manuscritos originales, un estudio sobre Shaw y el teatro norteamericano y una recopilación de textos no publicados.
Tan vasto es su conocimiento del tema que los herederos de Shaw lo nombraron, en 1973, asesor literario y teatral de la fundación que los reúne. Pero no le confiaron la biografía autorizada del personaje.
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La tarea fue, en cambio, encargada al inglés Michael Holroyd, autor de varias vidas de ilustres victorianos, entre ellos el escritor Lytton Strachey y el pintor Augustus John. La ira se apoderó de Laurence, quien desde entonces no cesó de hostigar y hasta calumniar a su rival, a ambos lados del Atlántico. De paso, conviene saber que los honorarios de Holroyd para ocuparse exclusivamente de la biografía encomendada ascendieron a 10.000 dólares anuales, durante cinco años. Aparte, a cambio de 20.000 libras en el mismo lapso, autorizó a un editor a ir publicando su trabajo en forma serial. La verdad es que el biógrafo debió viajar extensamente (Rusia, Italia, Nueva Zelanda, Sudáfrica), entrevistar a cientos de personas y revisar una masa imponente de documentos. Su trabajo, en tres volúmenes, se publicó entre 1988 y 1991.
Pero hasta hace un mes, a fines de diciembre último, no concluyó su querella personal con Laurence, mediante un extenso artículo en The Times Literary Supplement. Allí declara que, tras abreviar su trabajo en un solo tomo, abandona el terreno y deja a Shaw en manos del otro, que sigue acumulando ingentes volúmenes. "No terminará nunca -sospecha Holroyd-, hasta que él mismo no se termine. No lo envidio, pero debo reconocer que lo admiro. Desde la calma de una mirada retrospectiva, le envío un cordial saludo."
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