Balance anual del teatro infantil en positivo
La escena del teatro de los chicos no tuvo un despliegue amplio de estrenos en la temporada que termina, pero sí algunas propuestas que señalan rumbos con la vara alta. Indudablemente el director del año es Emiliano Dionisi, responsable de las dos puestas en escena más destacadas de la temporada, Huesito Caracú y Recuerdos a la hora de la siesta. En ambos casos se trata de la revisión de la obra de autores consagrados, Hugo Midón y María Elena Walsh, respectivamente. Ello garantizaría casi para cualquier versión un piso de atracción interesante, pero a la vez el riesgo de no pasar el techo de los epígonos más o menos fieles al original, más o menos rutinarios. No es el caso de Dionisi. Tanto en Huesito Caracú como en mayor medida aún en Recuerdos a la hora de la siesta supo encontrar la vuelta como para innovar con altura sin traicionar el espíritu original.
Recuerdos se llevó numerosos premios ACE y Hugo, en este último certamen incluso el que consagra a lo mejor de la temporada, por primera vez imponiéndose también a los musicales para público adulto. La corrección política de la trama de Huesito Caracú, que trata de la lucha de un gauchito de familia humilde contra el todopoderoso del pueblo por tarifas eléctricas justas y por el amor de una chica, se enriquece en la puesta de Dionisi con múltiples aristas. Desde la presencia de los músicos en vivo, dirigidos por Julián Midón –hijo de Hugo– en la interpretación de nuevos arreglos de los temas de Carlos Gianni, hasta el delirante humor de los personajes, en un elenco sin fisuras encabezado por Laura Oliva y Guido Botto Fiora. Recuerdos a la hora de la siesta, en tanto, es un recorrido por vida y obra de María Elena Walsh, escrito por el mismo Dionisi y el músico Martín Rodríguez. Integra aquí no sólo a los músicos en escena, sino que cruza, fusiona la actuación musical –con Lucía Baya Casal como protagonista– con figuras titiritescas y pasos danzados. Dionisi integró así al Grupo de Tititiriteros y el Ballet Contemporáneo del San Martín en una puesta de una dinámica inagotable, a la que se presta también la escenografía de Gonzalo Córdoba Estévez.
Dionisi elude la nostalgia, un sentimiento poco presente entre los chicos, que por otra parte en general no habrán visto las versiones originales de Midón y María Elena. Rescata estos clásicos con visión contemporánea. Ambas obras se repondrán en 2020, en el San Martín Recuerdos... y en el Picadero Huesito Caracú.
Hubo algunas otras propuestas destacables –no muchas–, como la emprendida en el C.C. de la Cooperación por Daniel Casablanca, Guadalupe Bervih y Andrés Sahade con Yatencontraré, también con música en vivo y un interesante juego escenográfico con los dibujos de arena de Alejandro Bustos.
En el mismo complejo teatral, que mantiene también un perfil alto en su programación de títeres, se pudo ver Martino Gomaespuma, obra del titiritero tandilense Eugenio Deoseffe ganadora de los premios ATINA y Javier Villafañe. Se trata de las vicisitudes familiares de un niño de padres separados, sobre un dispositivo escénico que combina la animación en vivo con proyecciones. Es también un ejemplo de lo fructífero que puede ser abrir escenarios porteños a las propuestas valiosas e innovadoras de otras ciudades del país.
Entre las reposiciones, brilló nuevamente Saltimbanquis, a sala llena en el Cultural San Martín. Y se ampliaron las propuestas para primera infancia, tanto en los circuitos de salas pequeñas de Palermo y Villa Crespo, como en los espacios creados para los más pequeños en la Usina del Arte y en el Teatro Colón.