Cantando sobre la mesa: ¡al agua, pato, con Midón y Gianni!
Cantando sobre la mesa / Autor: Hugo Midón / Dirección: Gastón Marioni / Intérpretes: Cecilia Carrizo, Martín Ruiz, Juan Manuel Besteiro, Nicolás Serraiti, Laura Bertonazzi, Nicolás Acosta y Agustina Berenguer / Música: Carlos Gianni / Dirección musical: Hernán Matorra / Escenografía: Martina Urruty / Vestuario: María Cristina Di Bartolo / Sala: C. C. 25 de Mayo, Triunvirato 4444 / Funciones: en vacaciones de invierno martes a domingos, a las 11 / Duración: 60 minutos / Nuestra opinión: muy buena
Un par de mesas, unas sillas, tres actores. Con eso basta para llegar hasta la Luna o sumergirse en el mar. Las mesas ofrecen hueco para hacer de puente, se pueden parar de costado para ofrecer el frente de una casa, o bien invertirse para engancharlas como vagones de un tren que emprenderá un largo recorrido. Y una vez que se alcanza el escenario buscado, sea una playa bonita, una isla desierta o el espacio sideral, no hay nada mejor que hacer que ponerse a cantar.
Cantando sobre la mesa, la obra de Hugo Midón y Carlos Gianni estrenada en 1978 con Víctor Laplace, Charly Diez Gómez y Leonor Manso, fue la culminación del ciclo de obras puramente lúdicas de Midón, iniciado con La vuelta manzana. A partir de la siguiente El imaginario, comenzó a hilvanar Midón el repertorio que incluyó un fuerte condimento de crítica social, que alcanzó su punto más alto con Narices y la serie Vivitos y coleando.
A 40 años de aquel estreno vuelve a presentarse ahora en Buenos Aires Cantando sobre la mesa, en una puesta en escena de Gastón Marioni producida originariamente por el Teatro Coliseo Podestá de La Plata y ganadora del Estrella de Mar como mejor espectáculo para chicos.
Cecilia Carrizo -sí, Caramelito-Martín Ruiz y Juan Manuel Besteiro forman el trío protagónico que recrea con frescura la secuela de juegos y bromas de tres amigos impares, uno siempre con algún dejo de perdedor, otro con impronta de ganador, y ella, con aires de princesa a la espera de una carta o un príncipe que se hacen desear. La trama es sencilla, pero el ritmo es imparable, sobre un dispositivo escénico inteligente, que alinea a los músicos en una diagonal al fondo, tras las grandes mesas convertibles en lo que haga falta.
Ruiz y Besteiro se encargan de modular los matices en torno al lugar central que ocupa Cecilia Carrizo en el escenario. Las canciones suenan -con el valioso aporte del elenco- impecables y más de uno se sorprenderá al darse cuenta de que la famosa "Al agua pato, pato, con los zapatos, pato..." no es una canción popular anónima, sino de la dupla Midón-Gianni. Hay canciones, hay obras, como esta, que poseen calidades que les permiten incorporarse a la memoria colectiva a través de generaciones.
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