El arte de convertir monólogo en diálogo
"La voz humana", de Jean Cocteau. Intérprete: Alicia Muxo. Escenografía y vestuario: Valeria Ambrosio. Iluminación: Gonzalo Córdoba y Eli Sirlin. Dirección: Marcela Grandinetti. Duración: 58 minutos. En el Actor´s Studio, Corrientes 3571. Sábados, a las 22.30.
Nuestra opinión: Bueno
Probablemente, Jean Cocteau no llegó a imaginar en 1930 que su obra se iba a convertir en atractiva para gran parte de las actrices. No es para menos, la protagonista de "La voz humana" es un personajón que permite el lucimiento actoral y esto tiene que ver también con el recurso que utiliza el autor: un monólogo que tiene la forma de un diálogo.
La historia es acerca de una mujer que es abandonada por su amante después de varios años de relación amorosa. La escena la ubica en su dormitorio, esperando la llamada de él y sabiendo que sería la última conversación. Ansiosa y nerviosa está atenta a la campanilla del teléfono y cuando ésta suena debe soportar extrañas voces que se ligan en la comunicación.
El diálogo muestra a una mujer resignada, muy controlada, y que aparentemente expone los síntomas de una mujer superada y resignada. Durante el transcurso de su conversación telefónica se va descubriendo que su estado anímico no es como ella lo muestra, sino que hay una simulación (un tono de indiferencia) para rescatar algo de dignidad.
Esta es la marcación de Marcela Grandinetti, en su debut como directora. En la puesta escapa de una estructura realista, diseña el espacio (el dormitorio) en un plano inclinado totalmente despojado, con pequeños apuntes de utilería que alcanzan para ilustrar.
El resto es la interpretación.
Demasiado contenida
En este sentido hay algo por señalar. La mayor parte de la actuación se realiza teniendo como interlocutor a la voz en el teléfono. Por este motivo, el esfuerzo es doble. Seguir la línea de conversación con un supuesto antagonista que no está y, al mismo tiempo, ser muy elocuente para que el público entienda los contenidos de ambas partes de la conversación.
Alicia Muxo presenta al personaje con toda la carga de ansiedad prevista, donde se percibe el grado de contención elaborado para no caer en la histeria. El reparo, que también afecta a la directora, es que la actriz se ve demasiado contenida durante toda la obra y no se permite el menor desborde.
Por el contrario, la aparición de picos en el estado de ánimo hubiera dado otro ritmo y habría marcado un juego convincente de contrastes y un crecimiento interesante para dibujar el alma de una mujer destrozada por la pérdida de su amor.