El bramido de Düsseldorf.: desde Uruguay, un vertiginoso viaje por los sentidos
Muy buena / Autor y director: Sergio Blanco / Intérpretes: Gustavo Saffores, Walter Rey y Soledad Frugone / Escenografía, vestuario e iluminación: Laura Laifert y Sebastián Marrero / Video arte: Miguel Grompone / Sala: Casacuberta del Teatro San Martín / Funciones: Hoy, a las 20.30 / Duración: 100 minutos.
Sergio Blanco es una de las mentes más lúcidas de la dramaturgia uruguaya, junto con Gabriel Calderón, y en El bramido de Düsseldorf vuelve a emplear lo que él define como autoficción ("un cruce entre relatos reales y ficticios"). El autor del que en la Argentina se han visto sus piezas Slaughter, Tebas Land y La ira de Narciso, es un muy creativo fabulador. Blanco ha declarado que la obra surgió a raíz de un artículo leído en un diario de Chile, en el que un joven se suicidó luego de ver una pieza teatral y ese fue uno de los puntos de partida de este inquietante texto que atrapa como una telaraña al público, que sigue expectante y desconcertado, a la vez, lo que se le ofrece desde el escenario. Pues la propuesta, como un juego de cajas chinas, va deshilvanando una serie de vicisitudes, cuyo tema principal es un viaje realizado por el mismo Blanco -personificado en el escenario por el actor uruguayo Gustavo Saffores- a Düsseldorf, Alemania, junto a su padre, el que imprevistamente muere en esa ciudad. Ese viaje de ambos hombres deja entrever que el hijo, además, iba a trabajar: escribir un guion para una importante productora de cine porno, presentar una exposición sobre el asesino serial Peter Kürten, apodado el vampiro de Düsseldorf y convertirse al judaísmo.
Esta simple anécdota sobre un fatídico viaje le permite al dramaturgo construir un entramado de situaciones en las que los actores se dirigen al público, cantan, bailan y aportan conmovedores y dramáticos momentos, que refieren a un original friso de la cultura pop. El autor, que habla de la búsqueda de Dios, de las múltiples formas que adquiere el arte contemporáneo y de la fragilidad de los cuerpos expuestos a la más extrema violencia política y social contemporáneas, hereda en su vital narrativa elementos de la obra de la inglesa Sarah Kane (Cleamsed, Blasted, 4.48 Psicosis).
La puesta en escena del mismo autor, enmarcada en una amplia caja blanca que ocupa la ancha boca del escenario de la sala Casacuberta, ofrece un vertiginoso viaje a los sentidos, que incluye proyecciones de fragmentos de films, fotografías y frases extraídas de los medios, en un audaz equilibrio escénico que mantiene expectante al público, pero no lo abruma; sí le exige un continuo acto de introspección y reflexión por los senderos más contradictorios del alma humana.
Gustavo Saffores, Walter Rey y Soledad Frugone exhiben su refinado oficio actoral, se mimetizan a la perfección con estos personajes y le aportan humor y dramatismo a la que podría considerarse la más excelente pieza escrita por Sergio Blanco.
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