El Siglo de Oro, en jóvenes voces

Ficha técnica: Los áspides de Cleopatra / Autor: Francisco de Rojas Zorrilla/ Dirección y escenografía: Guillermo Heras/ Elenco: Iride Mockert, Gustavo Pardi, Mariano Mazzei, Julián Pucheta, Anahí Gadda, Mariano Mandetta, Belén Pasqualini, Carlos Sims, los acróbatas Federico Howard, Marina Pomeraniec y Matías Corno (músico)/ Diseño audiovisual: Álvaro Luna/ Iluminación: Miguel Morales/ Vestuario: Aníbal Duarte/ Sala: Teatro San Martín/ Duración: 100’.
Nuestra opinión: buena

La representación de una obra del teatro del Siglo de Oro español sirve para confirmar que las pasiones humanas son la única constante que perdura a través de los tiempos. Si a esto se suma la interpretación de un elenco joven, entonces el aire añejo se ve refrescado con las voces lozanas.

Si hay algo que el público porteño no tiene ejercitado auditivamente es la recepción de los textos en verso, por la alteración sintáctica que exige, pero, a medida que transcurre la acción, el oído se va ajustando a la métrica como una forma natural de expresión.

Las obras de Francisco de Rojas Zorrilla son escasamente representadas, sin embargo se reconoce la trama y estilo que marcan la influencia de los grandes de la literatura española, sobre todo Calderón. Con respecto a la historia, Rojas Zorrilla lleva la acción a Egipto para dar su versión de la relación pasional que existió entre Cleopatra y Marco Antonio, y las reacciones, por motivos políticos, del emperador Augusto y el general Lépido, enemigos de Marco Antonio.

El rigor de este momento histórico queda relegado para dar lugar a situaciones humorísticas, especialmente generadas por Julián Pucheta, refrendadas por el estilo de su interpretación.

La actuación define las características de los personajes principales y secundarios, pero, si bien en algunos actores se percibe la falta de práctica en la emisión del verso, en otros parece fluir con naturalidad sin perder los valores dramáticos, como sucede con los protagonistas Gustavo Pardi e Iride Mockert.

No se necesitó gran despliegue de vestuario y escenografía para dar una clara ambientación, tanto de las escenas romanas como de las egipcias, ya que la narración está respaldada por pantallas audiovisuales que reproducían imágenes referidas a la acción.

El ritmo y la dinámica de la propuesta demuestran la validez del trabajo del director Guillermo Heras, también coordinador de Laboratorio América, un proyecto del Complejo Teatral de Buenos Aires y la Compañía Nacional de Teatro Clásico de España, que tiene la función de dar a conocer los clásicos españoles. Lo llamativo es la incorporación, a modo de prólogo y a la vista del público, de un ejercicio de calentamiento que resulta extenso y falto de espontaneidad.