El teatro es el invitado de honor en Rafaela
RAFAELA.- Ella se puso la mejor pilcha dominguera, su marido optó por saco y corbata de rigor. Al finalizar la obra aplauden con ganas, con la sensación de estar participando de una fiesta. Y cuando salen de una de las cuatro salas afectadas a esta edición de la Fiesta Nacional del Teatro, se van caminando por las calles adoquinadas (uno de los más bellos símbolos de esta bella ciudad) hasta la otra sala. Así, en apenas de tres a seis cuadras de distancia entre un teatro y otro, ellos -en realidad- "saltan" de una provincia a otra. "Y ahora, ¿qué nos toca?", pregunta la señora. "Corrientes", contesta él. Según ese particular mapa de ruta, en una noche partieron de Santiago del Estero para terminar casi a la una de la mañana en Rosario luego de haber pasado por Corrientes. Sí, tres provincias en una noche. Para poder hacer este recorrido, uno de ellos habrá hecho la cola en la sede de este festival desde temprano a la mañana (ayer, por ejemplo, a las siete ya había dos viejitos cuando las puertas sólo se abren a las 10) para dar con las entradas que salen dos pesos y que se evaporan al mediodía. Es cierto, esta situación genera algunos sofocones, algunas protestas y demás típicos etcéteras.
De todos modos, lo más extraño es ver a jóvenes y a gente grande haciendo una cola porque, simplemente, quieren ver teatro. Es más, quieren ver obras de teatro en las cuales no hay caras famosas de las que copan la avenida Corrientes, nada de eso. Muchos de ellos matizan la espera leyendo Castellanos o La Opinión, los dos diarios locales que están dando amplia cobertura a este encuentro que organiza todos los años en distintos lugares del país el Instituto Nacional del Teatro junto, en esta oportunidad, al gobierno de la provincia de Santa Fe y la Municipalidad de Rafaela (es más, el festival cuenta con la ayuda de varias empresas privadas; otra rareza). Y, como el encuentro es un éxito de público y está contando con una muy prolija organización, hasta el único cine que existe aquí levantó sus funciones porque habrá entendido que la gente está decididamente en otra cosa. Es cierto, está en otra.
Esa misma gente fue la que el viernes, en la apertura, recibió a China Zorrilla, madrina del encuentro, entre mimos y abrazos. Esa misma gente es la que participa, aplaude y se emociona con las obras que se están representando aquí hasta el domingo. Hasta ese público tan diverso es muy contemplativo en sus opiniones al momento de confrontarse con los espectáculos (obras tan injustamente desiguales entre sí como la realidad económica de los argentinos). Ella y él, los dos vestidos con sus mejores pilchas domingueras, seguramente hoy volverán a recorrer el país en pocas cuadras. A la tarde, dormirán la siesta (parte de la religión de esta rica ciudad) pero a la noche apuesto mis fichas a que andarán por ahí. No importa que el último espectáculo recién comience a eso de las doce de la noche, no importa. No importa que a esa hora la ciudad esté realmente vacía. Están de fiesta y uno sabe que en las fiestas siempre hay algún empacho. Hasta el domingo, el exceso en Rafaela (por lo menos el exceso público) se llama teatro. Chapeau.
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