La rabia: el terror también puede ser efectivo sobre un escenario
La rabia / Nuestra opinión: muy buena / Dramaturgia, escenografía y dirección: Juan Pablo Galimberti / Intérpretes: Valeria Di Toto, Enrique Dumont, Facundo Martín, Franco Moix, Luciana Vitale / Vestuario: Agustina Filipini / Iluminación: Soledad Ianni / Música: Nicolás Ferrero / Sala: Espacio Callejón, Humahuaca 3759 / Funciones: martes, a las 21 / Duración: 75 minutos.
El terror es un género poco abordado desde el teatro. Los mecanismos de edición cinematográficos parecen hacerlo más apto para la pantalla grande. Sin embargo, Juan Pablo Galimberti se le anima. La rabia, obra de su autoría y dirección, aborda ese universo, lo cruza con la comedia de puertas para provocar una mezcla de risa y miedo que si bien tiene referentes claros termina siendo profundamente original.
Antes de ingresar a la sala, se muestra un video sobre los síntomas de la rabia. Una vez en el interior, el espacio propuesto está armado por sábanas que hacen de paredes, una serie de repisas y figuras de santos. Todo da una sensación de lugar escondido y sórdido. Allí está, malherida, Coleta (Enrique Dumont). En una lengua siempre balbuceante, explicará a un grupo de misioneros que planean pasar una temporada ahí que la mordió su perro. La obra, astutamente, da más información al público que a los personajes. Con eso, se genera el riesgo de una enfermedad que crece y que amenaza con contagiarlos a todos. Los diálogos banales y los enredos amorosos que tiene el grupo quedan siempre en segundo plano ante el peligro concreto que todos, excepto los personajes, ven.
Un esquema vodevilesco de entradas y salidas, numerosas réplicas ingeniosas y cierta afición por poner en escena fluidos corporales hacen que el humor y la risa salgan fácilmente. Pero, con el correr de la pieza, se nota el creciente nerviosismo que esto genera. El tiempo antes de la transformación definitiva de Coleta se va agotando y los personajes siguen en sus pequeñas disputas, sin acusar lo que para el público es evidente.
Gran parte de la acción obedece a tópicos bien conocidos del terror: grupo adolescente en espacio casi abandonado, lluvia afuera, tensión sexual que un ser monstruoso se encargará de reprimir y demás. Galimberti no esquiva el estereotipo, pero consigue hacer un uso virtuoso de aquel, armándolo en argentino, entendiendo que el humor puede hacer un buen maridaje allí. La elección de la rabia como enfermedad degenerativa y contagiosa, capaz de volver violenta a la gente, es también inteligente. Es un referente que puede tomarse en su forma concreta, pero que, también, permite elaborar la metáfora que el espectador quiera ver allí, que hace eco en la actualidad y que está potenciada por el cruce del elemento religioso, que unifica al espacio y al grupo. En un elenco que entiende bien el juego propuesto, se destaca Franco Moix como el Mono, el improbable héroe de esta obra. Construido como un personaje básicamente bueno y quizás algo más ingenuo que los demás, la identificación que surge del público para con él se forma en el devenir y termina por ser clara.
La rabia es un proceso que ya lleva más de un año de desarrollo, se ha presentado en espacios no convencionales y ahora se ofrece como versión de cámara en el Teatro Callejón, que está celebrando sus 25 años. Algo de todo este recorrido también transmite la obra, consigue armar un lugar asfixiante donde lo inesperado puede brotar sin necesitar demasiados elementos. El juego de mezcla y corrimiento genérico, algo que Galimberti ya había practicado en Chinitos, permite que lo teatral alcance fronteras que no suele frecuentar, como las del terror.
Temas
Más leídas de Espectáculos
Brillan en Secuestro del vuelo 601. Dos actores argentinos, protagonistas de una de las series más vistas de Netflix a nivel mundial
"Con otros actores no pasa". Zendaya opinó sobre una particular obsesión que notó entre sus seguidores
"Es horrible". Cinco famosos besos de película que sus protagonistas odiaron filmar