Fabián Vena: "Los actores estamos acostumbrados a los desequilibrios financieros, emocionales y laborales"
En 2005, el Teatro San Martín estrenó La resistible ascensión de Arturo Ui, el texto de Bertolt Brecht con puesta del georgiano Robert Sturua. En esa recordada metáfora siempre permanente de la ascensión de Hitler traslada a Chicago en plena crisis del 30, Fabián Vena hacía de Arturo Ui.En ese entramado escénico compartía escena junto con Roberto Carnaghi, Elsa Berenguer, Malena Figó, Jean Pierre Reguerraz, Claudio Da Passano, Tony Lestingi, y Marcelo Subiotto, entre muchos otros. En pleno momento de pandemia y festejo del Teatro San Martín que, para celebrar sus 60 años de vida, decidió abrir sus puestas más emblemáticas, Arturo Ui se podrá ver desde el sábado en la plataforma del ese teatro que depende del gobierno porteño a través de www.buenosaires.gob.ar/culturaencasa.
Ahora no estamos ni en Chicago ni atravesando la crisis de los años 30. A lo sumo, sea en Chicago como en Buenos Aires, estamos todos atravesados por la pandemia con sus desajustes. Del otro lado de la línea está Fabián Vena quien se enteró hace horas que se subirá Arturo Ui a la red. "Cuando me enteré me dio una alegría inmensa. Ya había tenido esa sensación cuando el Teatro Cervantes subió Sacco y Vanzetti pero, claro, aquel no era un montaje tan viejo como el de ahora. Con esta tengo la impunidad del tiempo. Pero me da una felicidad enorme porque mi trabajo con Alfredo Alcón en el San Martín como, años después, con Sturua en esa misma sala fueron hechos muy importantes en mi vida. Todavía recuerdo cuando, en 1987, estaba en el hall de la sala Martín Coronado intentando entrar a ver El círculo de tiza caucasiano, aquel trabajo de Sturua con el Rustaveli. En aquel momento ni sabía qué iba a ver, pero me mandé. La sensación de estar viendo esa obra larguísima en la que lloraba y me reía al mismo tiempo fue maravillosa. Deseaba ser como esos actores. Eran todos monstruosos a los que yo me confrontaba en una etapa de plena formación y que me marcó para siempre. Por eso, cuando después de más de 20 años, me llamaron para saber si quería hacer de Arturo Ui dirigido por Sturua me volví loco".
-Días antes del estreno, hace 15 años, contabas que aquella vez que te llamó primero Kive Staiff, quien dirigía el teatro, y luego tuviste el encuentro con Sturua sentiste que no ibas a poder hacerlo.
-Es que era algo enorme, como tocar el cielo con las manos. Sin embargo, lo recordaba hoy, la seguridad de subirme a la Martín Coronado la había logrado con Alfredo cuando, tres años antes, hicimos Las variaciones Goldberg, de George Tabori. Eso me dio los elementos para encarar a Arturo Ui y aprender el registro de la farsa trágica. Me acuerdo de estar ensayando con Roberto Carnaghi y que, según el día, Sturua nos decía que la escena estaba o muy graciosa o muy trágica. Costó mucho unir esos dos registros.
-En aquel momento el texto te rebotaba en el discurso de las falsas protecciones y la necesidad de seguridad. ¿Ahora?
-Cualquier texto de Brecht está vivo siempre y tiene una claridad absoluta. Sobre todo este montaje que no puso a Hitler en un lugar de extraterrestre, fue un sector de la humanidad que sigue existiendo, y digo esto pensando en lo que sucede en Estados Unidos o nosotros con la grieta, que de lejos de aunar y sacar adelante al conjunto necesita quebrar el diálogo para generar un caldo de cultivo. Hitler fue un ser humano, no solo un paradigma del mal; que fue apoyado por muchos.
- En el escenario pandémico actual hay una tendencia casi obligada a revisar nuestros propios archivos, como lo está haciendo el mismo Teatro San Martín. Vos, por ejemplo, al mismo tiempo estabas grabando la serie Mosca y Smith. , con Pablo Rago. ¿Pensás en esas cosas?
-En verdad, no. Me ataca por el lado de lo afectivo, en la sensación de volver a compartir un texto como Arturo Ui, en recordar a Sturua tratando de sacarle provecho a la sala como si fuera un nene jugando. Me gustan las ideas que hay alrededor de este espectáculo: el texto de Brecht, la puesta de Sturua y que todas esas capas se puedan ver. Me pasa lo mismo ahora mientras miro otros espectáculos que no había podido ver en su momento, obras de Alezzo a Ricardo Bartis, teniendo en claro que nada de esto reemplaza al vivo. A veces me veo sin querer ir al baño para no perderme detalle de la obra. Me gusta esa conexión. Por otra parte, recuerdo a aquel momento como una etapa de confirmación en mi trabajo y que me sirvió enormemente para encarar La duda, la obra que hice luego. Apelando a más perspectiva reconozco que todo aquello transitado repercute aún en la escuela de actuación que tengo desde hace cuatro años.
-Como hombre de teatro que sos gestor de tu propia sala, Poncho Club Cultural , de Villa Crespo; ¿cómo te sentís?.
-Ahí estamos, sufriendo como locos. A veces charlo a la noche con mis socios en plan positivo y a la mañana me parece que perderemos todo. Yo mantengo esperanza, pero me da dolor que una sala se cierre. Por otra parte, mantenerla es avanzar en la incertidumbre. Es imposible sostener un alquiler cuando no se puede facturar. La idea de que se cierre una sala o un centro cultural, como ya sucedió, me entristece; es como algo del orden de lo salvaje, de algo enfermo. A veces fantaseo que las salas que queden después de todo esto deberían unirse. Vamos a tener que ser más creativos. Por suerte mi escuela sigue funcionando aunque sólo sirva para cubrir gastos y para estar conectados, para sostener un ritual.
-Casi en plan de ciencia ficción, ¿cómo iba a ser tu junio antes del 20 de marzo?
-Estaba hasta las manos entre las funciones de Conferencia sobre la lluvia, una gira de Perfectos desconocidos por el Sur, algunas masterclass, la programación de la sala... Me voy a poner a llorar si recuerdo lo planificado (se ríe). Pero bueno; los actores estamos acostumbrados a los desequilibrios financieros, emocionales y laborales; aunque sé claramente que estamos en una situación muy crítica.
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