Falta de compromiso y de respeto con productores y también con el público
El 17 de enero pasado se suspendió la función de la comedia Veinte millones, en el teatro Atlas, de Mar del Plata, luego de una pelea mediática entre dos "famosas" televisivas, cuyo gran mérito es ser bellas: Sol Pérez y Mónica Farro. Diferencia profesional: el año pasado, en la primera quincena de enero, el maestro Raúl Lavié viajó a Buenos Aires para el sepelio de su hijo y regresó a la noche a Mar del Plata para que no se suspenda la función de La jaula de las locas.
A su vez, quien esto escribe no puede olvidar el estreno de El salpicón, de Hugo Midón y Carlos Gianni, en 1995, cuando apenas comenzada la función Gustavo Monje resbaló y continuó hasta el final, con su brazo roto, sin que nadie lo notara.
Ejemplos hay muchos. La función se suspende sólo por causa de fuerza mayor. Como le ocurrió hace unos días a Carmen Barbieri, que aunque no se sentía bien llegó al teatro pero los médicos decidieron que no estaba en condiciones de salir a escena. Ella misma dijo que "su mejor lugar es el teatro".
Pero en la oportunidad señalada al comienzo de esta nota, ambas "no actrices" lograron lo que nadie hace: suspender una función porque no se soportan. En su Twitter del Multitabarís/Multiteatro, Carlos Rottemberg señaló: "Ahora, suspendida en forma sorprensiva la segunda función del espectáculo Veinte millones por desinteligencias internas de su equipo artístico. La empresa del teatro Atlas deplora este tipo de situaciones antiprofesionales y pide disculpas al público, rehén inmerecido". El mismo Rottemberg, este año, tuvo que sufrir la postergación del estreno de la comedia La gran depresión, que iba a estrenarse a principios de enero en el Multitabarís, con Moria Casán y Nacha Guevara. Primero por postergaciones individuales, luego porque hicieron que renuncie la directora; la cuestión es que esa sala estuvo cerrada todo enero y recién la obra se pudo estrenar anteayer. Lo mismo ocurrió con Carcajada salvaje, que se reestrenó un mes después.
Un empresario teatral no es alguien que renta una sala, como quien lo hace con un departamento. Todos están a riesgo. Tener un teatro vacío durante varias semanas en plena temporada alta significa una enorme pérdida de dinero para el dueño de esas paredes así como también para un productor.
A esto se suma la repentina decisión de Antonio Gasalla de levantar su espectáculo en el Radio City porque "el cuerpo no le daba más". Ahora Lino Patalano tendrá que afrontar los gastos de su teatro vacío durante la mitad de la temporada, y el productor Guillermo Marín seguramente acumulará pérdidas y deberá saldar cuentas con el equipo completo que se quedó sin trabajo. ¿Habrá que hacer chequeos médicos antes de firmar un contrato? ¿Será que la alta exposición mediática mediante escándalos a algunos artistas termina haciéndoles mal?
"Hay un cien por ciento falta de compromiso", afirma rotundamente Carlos Rottemberg, quien trae a la memoria cuando en 1985, tuvo que levantar la exitosa temporada de Taxi, en el extinto teatro Alfil por las peleas entre Ricardo Darín y Carlos Andrés Calvo.
Es verdad, por un lado, a muchos no les importa lo que pueda pasar con el otro. Y, en consecuencia, tampoco les importa demasiado el espectador. Pero, por otra parte, también será tiempo de que se deje de subestimar al público de verano y se piense en propuestas de calidad, con gente que cumpla con su palabra y no le tenga miedo al riesgo.
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