Ingeniosa obra rupturista
"Feroz." Libro: Ariel Sampaolesi y Andrea Hernández. Actuación y dirección: Ariel Sampaolesi. Escenografía, vestuario y stage manager: Daniel Quinteros. Sonido: Sergio Manganelli. En La Comedia, Rodríguez Peña 1062. Viernes y sábados, a las 12. Duración: 50 minutos.
Nuestra opinión: Buena
Es la década del 30 y un difundido hecho policial sacude al pueblito Las Perdices. Alfonso Mondelli, un comerciante de ramos generales revienta (literalmente) en el depósito de su almacén. Quien lo encuentra es su hermana, la vieja Pepa. Ella sospecha que la causante de tan extraño hecho es su cuñada, María Palombi, una cuasi vedette o artista de varieté.
Es el disparador para revelar una historia de hipocresías, rencores, envidias y broncas familiares contenidas. Los creadores del texto son dos artistas sanjuaninos que vienen arrasando con premios en distintos festivales nacionales e internacionales: Ariel Sampaolesi y Andrea Hernández.
La puesta en escena es de un ingenio sin límites. Cuando comienza el espectáculo, Sampaolesi, el único actor (también director), está casi totalmente envuelto con un vendaje y comienza a desenvolverse con el sonido de una música japonesa fracturada de fondo. Todo parece una danza butoh ácida y desgarrada. Es un auténtico comienzo "feroz".
Momentos de intensidad
Luego, el actor comienza a interpretar alternativamente a los cinco personajes de la trama: hombres y mujeres.
El texto tal vez peca de ser demasiado descriptivo y narrativo en varios momentos. Pero se intuye que es la intención original y no está mal resumir la interpretación a la menor cantidad de movimientos y artilugios posibles. "Feroz" alcanza situaciones de intensidad en las que la brutalidad y la hipocresía llevan las riendas del asunto.
Cabe advertir que "Feroz" no es un texto convencional, sino un experimento teatral de ruptura total. La estética lúgubre, el humor negro y la ironía son fundamentales. Aunque serían inocuas si no fuese por ese actor espléndido que es Ariel Sampaolesi.
Logra diferenciar la interpretación de cada personaje no sólo a través del cambio de postura física sino también por la voz. Dignifica las pausas, se toma su tiempo y repite su texto narrativo con el énfasis adecuado como para dotarlo de teatralidad.
Asimismo, la escenografía y el vestuario transformables y adaptables son otro mérito a destacar, a cargo de Daniel Quinteros. También lo es la mezcla de sonido que hizo especialmente Sergio Manganelli, que resulta fundamental para los climas e intenciones de la pieza.
En resumen: sólo hay una escena algo extendida (la del cabaret) y momentos que pueden parecer reiterativos, pero es un inteligente unipersonal.
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