Kenzaburo Oé, para las tablas
“Una cabeza de más”. Versión libre de la novela “Una cuestión personal”, de Kenzaburo Oé, realizada por Patricia Espinosa y Román Podolsky. Intérpretes: Martín Salazar, Roy Nilson, Guillermo Puerto, Moyra Agrelo, María Durand, Carolina Paz Marcolla. Diseño de espacio e iluminación: Eli Sirlin. Vestuario: Mercedes Uría. Asistente de dirección: Laura Soto. Dirección: Román Podolsky. En Del Otro Lado.
Nuestra opinión: bueno.
La producción narrativa de Kenzaburo Oé (premio Nobel en 1994) resulta una de las más inquietantes dentro del panorama de la literatura japonesa que se desarrolla a partir de la década del 60. “La cúspide –de esa generación– hay que buscarla en Kenzaburo Oé”, dijo Yukio Mishima, autor de quien muchos analistas consideran que Oé es su continuador.
Escrita en 1964, “Una cuestión personal” es un texto casi autorreferencial en el que el autor desarrolla una trama en la que expone la realidad de un protagonista, Bird, enfrentado a una realidad inesperada, que modifica en mucho sus sentimientos, sus valores personales y, por supuesto, su vida.
Este docente universitario que ansía viajar a Africa, donde supone encontrará un nuevo sentido para su existencia, está casado y su esposa da a luz un hijo casi monstruoso, que puede morir en cualquier momento o en su defecto mantenerse en estado vegetal.
Lo asombroso de esta realidad pone en jaque los días de Bird. Se debate entre poner fin a la vida de ese niño o decidirse a aceptar una paternidad en condiciones muy especiales. Los miedos, las dudas y las contradicciones se apoderarán del personaje, que hace un tránsito a un interior convulsionado y profundamente devastador.
Los detalles de esta crisis personal son de una riqueza expresiva admirable en el relato de Oé. Tal vez uno de los elementos más interesantes por considerar tiene que ver con cierta mirada exterior del personaje. Se llama Bird, pájaro en inglés (así está escrito en el original japonés), y ansía viajar a Africa, a un mundo salvaje por antonomasia, pero la vida lo coloca en otra órbita salvaje, lo enfrenta a un acontecimiento antinatural ante el que debe tomar decisiones desde su propia experiencia. Así entonces, ¿la libertad ansiada sólo se encontrará en tierras por explorar o podrá surgir de una tierra, también sin explorar, como puede ser aquella que contiene las propias tradiciones, con todo lo que ellas conllevan?
El traslado escénico
La periodista Patricia Espinosa y el director Román Podolsky logran una fuerte y efectiva síntesis dramática en su adaptación. Con esa misma brevedad con que Kenzaburo Oé diseña sus situaciones narrativas, ellos componen un entramado dramático en el que sobresalen los personajes y sus mundos íntimos. El que haya leído la novela verá el mismo tránsito en el escenario que en el original, con las mismas variables de sorpresa, pasión y hasta a veces impudicia.
En su diseño espacial, Eli Sirlin propone sólo una plataforma blanca en la que las más diversas situaciones sobresalen con gran intensidad, sobre todo porque la oscuridad caracteriza todas las acciones de Bird y su entorno. En su iluminación, la creadora también opta por un efecto de plenitud con el que aporta mayor vitalidad a la escena.
En lo actoral, un elenco muy heterogéneo da vida a los diferentes personajes. Sobresale Martín Salazar, un Bird que descubre matices muy interesantes para su composición. Quien haya leído la novela quizá descubra un nuevo aspecto del personaje. Este actor tiene una imagen tal vez muy juvenil, pero eso posibilita ver otras aristas del protagonista. Sus temores y dudas resultan más elocuentes.
También se destacan Carolina Paz Mallorca, que en una única escena da la imagen perfecta de la esposa de Bird. Román Podolsky demuestra poca rigurosidad guiando a sus actores. Parecería tener más intención en mostrar esa historia de Kenzaburo Oé que potenciarla descubriendo las más intensas conductas de quienes deben recrearla.
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