La eterna fábula contra la discriminación
Lindo, el patito feo / Autor: versión libre de Héctor Presa sobre el cuento de Hans Christian Andersen / Dirección: Héctor Presa / Intérpretes: Angie Otero, Brenda Lem, Julia Saggini y Adán Collacciati / Música: Ángel Mahler / Coreografía: Mecha Fernández / Vestuario: Lali Lastra / Sombreros: Lelia Baamondi / Sala: Teatro de la Galera, Humboldt 1591 / Funciones: los domingos, a las 16.15 / Nuestra opinión: buena
La historia del patito feo se puede leer como una precursora denuncia del bullying. Héctor Presa retoma al frente del elenco de La Galera Encantada el tradicional cuento de Hans Christian Andersen poniendo la mirada sobre la caracterización coral que realiza el entorno familiar y social del pichón de cisne nacido por error en nido de patos. Una y otra vez le lanzan el "feo", casi asociándoselo a su (falsa) identidad de patito. En particular suena en boca de sus supuestos pares, los demás patitos, los compañeros de la escuela de patos. Aunque tampoco falta la complicidad de los adultos, a los que "se les escapa" cada tanto algún comentario haciendo referencia a la "lamentable" diferencia.
Planteada para los más chicos, la puesta en escena de Presa cuida en no caer en tonos tremebundos que lleven a lágrimas y angustia. Pero sí deja en claro que la tensión está puesta en este constante acoso del prejuicio. El patito no llora, pero protesta con cierto fastidio y algo de tristeza contra el epíteto y la falta de amistad que ello implica. De la "poca paciencia" por aceptar la diferencia, no sólo en el aspecto, sino en la conducta, las preferencias y la forma de desarrollarse.
Es particularmente feliz la caracterización de los personajes a través de sombreros, diseñados por Lelia Baamonde, que coronan las cabezas de los actores con la figura del animal que le toca interpretar a cada uno. Está presente así el tono de fábula -también con el gigantesco huevo del que nace el patito/cisne-, tan grato a los más chicos y necesario para poner una distancia en la que la identificación con los personajes no resulte totalmente mimética. Pero no es una máscara. Entonces permanece a la vez también activa la gestualidad humana de cada uno de los actores por debajo del sombrero. Esa dualidad trae a cuento que se está hablando de algo referido a la vida cotidiana de todos nosotros, los patos y cisnes humanos.
La resolución es conocida: el estallido de la belleza del cisne que deja atrás la "fealdad". Pero aquí lo que vale no es tanto que una etapa de "fealdad" va a ser superada, ni se trata de humillar ahora a los que antes se burlaban. Queda en evidencia antes bien el error que subyace a la discriminación, así como lo que genera, el sufrimiento, aun cuando en la obra esté marcado con ternura y humor. Como suele hacerlo, resume Presa ya desde el título una vuelta de tuerca personal: Lindo, el patito feo. No siempre son términos que se excluyen.
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