La historia de una mujer con coraje
"Olimpia, la pasión de existir". Autora y directora: Margarita Borja. Dramaturgia de escenas dialogadas: Diana Raznovich. Dirección de actores y entrenamiento vocal: Livia Koppman. Puesta en escena y dirección en filmación: Elvira Onetto. Elenco: Andrea Isasi, Livia Koppman y José María López. Elenco en film: Leandro Bardach, Fernando Llosa y Marcelo Subbiotto, entre otros. Dirección musical: Carlos Cutaia. Creación musical original: Paula Shocron. En el Teatro Empire, Hipólito Irigoyen 1876.
Nuestra opinión: Bueno
Hace un año, la poeta, dramaturga y directora española Margarita Borja llegó a Buenos Aires y se sorprendió por la movilización política y social. Las marchas y concentraciones en la zona de Congreso la llevaron a apuntar su mirada al teatro Empire y a una figura poco abordada de la Revolución Francesa: Olimpia de Gouges.
La figura de esta combativa mujer cobró valor en el feminismo moderno por su lucha reivindicativa por la justicia social, contra el racismo y por haber sido la autora de la primera declaración de los derechos de la mujer. La obra es una coproducción argentino-española entre Armar Artes Escénicas y el Teatro de las Sorámbulas, con un equipo artístico también mixto. Borja (entre otros méritos, coordinadora de los Encuentros de Mujeres de Iberoamérica, del Festival de Teatro de Cádiz) puso el foco en la biografía y la discursiva de esta mujer, que murió en la guillotina en 1793.
Le teatralidad de esta biografía fue tarea de Diana Raznovich, en diálogos esclarecedores que no sólo respetan el propósito, sino que le dan mayor vida a la figura protagónica. Tal vez la estructura dramática en su totalidad tenga algunos puntos enclenques cuando se vuelve muy informativa, pero los suple la riqueza de sus textos y la poética con la que éstos fueron confeccionados.
La figura de Olimpia de Gouges es riquísima y sus palabras son bellas. Ella no sólo decía sino que hacía, y era consciente de que su lucha por la igualdad no sólo de géneros sino de razas la llevaría a la muerte. Olimpia no tenía miedo en ir hacia Robespierre y proponerle suicidarse juntos para librar a Francia de ellos mismos.
Borja consiguió una mixtura interesante, ya que logró una puesta moderna y descontracturada y, a su vez, le aportó toda la coloratura y el aire de la Francia del siglo XVIII. Asimismo, sumó el aporte de escenas filmadas, que no sólo son proyectadas en las telas que cuelgan a modo de decorados, sino que se incorporan a la acción, ya sea en una mesa, en el techo abovedado del Empire o en los cuerpos de los actores. Estas escenas no sólo complementan la acción e ilustran la historia con hechos interpretados por buenos actores, sino que hacen un interesante paralelo entre ficción y realidad, entre el teatro de aquella época y aquello que pasaba en la calle. Estas escenas filmadas están conducidas por el criterio seguro y acertado de Elvira Onetto. En ese sentido, es gratificante ver cuántas manos hay en el resultado total y cómo la visión es la misma.
La dirección de Margarita Borja es impecable e ingeniosa. Ideó una coreografía de movimientos y desplazamientos escénicos para hacer los textos más teatrales y para sugerir textualidad allí donde no la hay. A su vez, aportó cierto aire onírico en algunos tramos, en una estética inteligente. No encontró rincón del escenario que no pudiera aprovechar.
Una actriz excelente
La dirección de actores de Livia Koppman es eficiente. Pero la sola presencia de la joven española Andrea Isasi llena la escena con una interpretación magnífica. Uno puede imaginar que Olimpia tenía ese temperamento por su excelente composición. No sólo tiene un tono de voz perfecto (se agradece el no utilizar micrófonos para aprovechar la acústica de la sala), sino que posee un gran dominio corporal. Livia Koppman, en distintos roles, también realiza muy buenos trabajos; no así José María López, en el rol de Robespierre, que trabaja una línea opuesta al concepto general, en una composición casi de caricatura. El vestuario de época de Delia Cancela es otro gran acierto, así como la sugerente puesta de luces de Leandro Bardach.
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