Platea infantil / Teatro y cine. La magia del saber contar
"Pulgarcito". Relato anónimo recopilado por Charles Perrault, en versión para teatro de Maite Alvarado y Fernanda Cano. Interpretado por el Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín. Diseño de títeres y utilería: Susana Arrieta y Alejandro Bracchi. Realización de títeres: Susana Arrieta, Alejandro Bracchi, Ricardo Arrieta y Susana Casanova. Composición y dirección musical: Cecilia Candia. Iluminación: Ricardo Sica y Matías Sendón. Vestuario: Rosana Bárcena. Escenografía: Carolina Ruy. Intérpretes: Alejandra Farley, Guillermo Roig, Roberto Docampo, Ariadna Bufano, Silvia Galván, Eleonora Dafcik, María José Loureiro, Mabel Marrone. Narración y voces de los títeres: Tito Loréfice. Dirección: Ana Alvarado. Teatro San Martín, Sala Casacuberta, Corrientes 1530, sábados y domingos, a las 16. En vacaciones, de martes a domingo, a las 16. Para mayores de seis años.
Ana Alvarado juega a sorprender con una técnica que ya utilizó en "El niño de papel": la de separar a la vista las voces de la manipulación de los títeres. Pero en este caso parece llevarla a mayores límites. Para ello cuenta con la complicidad de Tito Loréfice, un intérprete que sorprende con sus habilidades de narrador, el manejo de las voces y el trabajo corporal. Lo más importante, como actor y titiritero, aunque en este caso no manipule muñecos, es su capacidad de disimularse, desaparecer, dar vida a los otros personajes sin tomar su lugar y duplicarse para actuar con ellos, con los muñecos.
En el centro del escenario está el libro, un libro grande, importante, cuyas páginas se animarán armando escenas que se duplican en el espacio teatral. Allí está la historia de Pulgarcito (pero aclara el narrador que podría haber otras) y es la primera conexión con este mensaje de animación y defensa de la lectura, tan importante para la autora, la querida investigadora Maite Alvarado, lamentablemente desaparecida demasiado pronto.
Mientras el narrador cuenta que hay distintas versiones y algunos dicen una cosa, y otros, otra, sobre el fondo, a manera de ilustración aparecen los actores con máscaras y los muñecos.
Al darse vuelta las páginas del libro, aparecen nuevas ilustraciones y escenas. El relato pone énfasis en que Pulgarcito, pese a ser chiquito es mucho más inteligente que sus hermanos (porque lee, porque estudia). Y más sagaz. Esta diferencia, que por una parte pareciera querer destacar el valor de lo pequeño, y de la lectura y la fantasía que ésta cultiva, se inclina demasiado por momentos a discriminar al ignorante y torpe.
El problema de los padres de Pulgarcito y sus hermanos es la pobreza y la incapacidad de alimentarlos, por lo que, al igual que en el cuento "Hansel y Gretel", deciden librarlos a su suerte en el bosque.
De todos modos, tenemos a los chicos abandonados en un lugar desconocido y peligroso, mientras que en el teatro se crea un ámbito mágico con luz negra.
También acá aparecerán las opciones de otros cuentos, y hasta hay un lobo que pretende llevarlos a una cabaña, pero Pulgarcito conoce la historia de Caperucita y reprende a sus hermanos por darle conversación al personaje. La elección de Pulgarcito es el ogro, al que cree poder engañar.
La secuencia con el ogro es extensa, y demasiada teñida de ferocidad y violencia. Hay mucha discusión entre ogro y "ogra". Finalmente, después de algunas alternativas más en las que es imprescindible el ingenio de Pulgarcito, los chicos regresan a casa, con regalos para los padres y todo. El libro sigue siendo el centro de la acción, los títeres se mueven a medida que el narrador los requiere, y éste, haciendo todas las voces les da vida sin tocarlos.
Extraña alucinación
Se trata de una experiencia extraña, por momentos alucinante, pero lograda, en la que hay que aceptar que el títere es una ilustración, que la magia está en la narración, que la historia cobra vida en la medida en que el libro y la voz convencen y uno se lo cree.
En cuanto a la historia, es un material crudo, sin retoques. El hambre, la pobreza, la desesperación, la violencia, los miedos, la prepotencia del más grande, el regodeo del malo en su capacidad de hacer mal, y su lado vulnerable por donde puede ser vencido. (El ogro se llama Polifemo, Pulgarcito recuerda a Ulises y explota su ignorancia tomada como cierta clase de ceguera, para engañarlo.)
Uno siente que se podría haber jugado más con la alegría y la belleza, cuando se habla de la fantasía, de que Pulgarcito leyó muchos cuentos y ha desarrollado su imaginación, cuando los niños están solos y, sin duda, juegan como lo hacen todos los chicos, y equilibrar de esa manera, con algo de humor o poesía, tanta carga cruel.
Pero, así planteada la historia, se llega al final con una especie de asombro en acción, con un sentimiento de que allí pasaron muchas cosas que uno va a tener que seguir procesando. Como pasa siempre con las narraciones, cuando uno se da cuenta de que no solamente importa el cuento, sino la manera de contarlo.
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