La mirada poética de Paula Marull
LOS OJOS DE ANA / Dramaturgia: Luc Tartar / Dirección: Paula Marull / Intérpretes: Federico Buso, Elisa Carricajo, Agustín Daulte, María Marull, Ezequiel Rodríguez / Escenografía: Julieta Kompel / Vestuario: Jam Monti / Luces: Matías Sendón / Asistencia de dirección: Claudia Bataglia / Sala: Espacio Callejón, Humahuaca 3759 / Funciones: jueves, a las 21 / Duración: 60 minutos.
Nuestra opinión: Muy buena
Una de las particularidades que trajo el Festival Internacional de Dramaturgia Europa + América fue la sumatoria de temáticas a nuestro teatro. Es que obras de distintos países desembarcaron aquí y se desparramaron una buena cantidad de temas. Paula Marull se sumó a la tarea y, en este caso, montó una obra preciosa de un dramaturgo francés -Luc Tartar- e hizo maravillas. Aunque Marull acostumbra dirigir obras propias y ligadas a historias que se desprenden de las imágenes de su infancia, en este caso salió de esa zona que la contiene y se animó al desafío que implica abrirse a nuevos temas, y el resultado es contundente.
Parece ser que ese gran texto le permitió explorar zonas nuevas y abocarse a una puesta muy interesante. La sala del Espacio Callejón se transforma por completo y Marull hace alarde de gran puestista: usa las dos plantas, las escaleras, las puertas; todo queda dentro de la obra, semiotizado, y el público a un costado de la sala debe poner atención en cada intersticio para no perderse nada. Más que nunca el espectador se convierte en un testigo privilegiado que debe atender todo para poder completar el sentido de la obra. Para semejante despliegue escénico aparece el gran iluminador Matías Sendón, que con su diseño lumínico ayuda al hilo narrativo.
Ana no aparecerá nunca físicamente, pero no hace falta; su amigo inseparable, Román -interpretado majestuosamente por el joven Agustín Daulte, una gran promesa-, será el que cargue a cuestas con Ana en todo sentido: ambos jóvenes sufren la discriminación por parte de sus compañeros de escuela. Ana es rara para la mayoría y Román también. Será por ser sensibles o por no buscar homogeneizarse con sus compañeros. Aparece entonces el tema del bullying que por estas latitudes aún no se encuentra tan desarrollado.
Los papás de Ana -María Marull y Ezequiel Rodríguez- buscan entender a su hija, contenerla, pero, claro, estos personajes están fuera de sí, ya no saben qué queda de ellos, y ayudar de esa manera resulta inconveniente. Todos los personajes de la pieza cargan con el maltrato, con el dolor, ninguno está cómodo, todos arrastran la incomprensión de una sociedad que les pide mucho más de lo que son capaces de dar. Y el joven que maltrata -Manuel Melgar- es un gran ejemplo de ello en la construcción de su personaje. Elisa Carricajo, que interpreta a la mamá de este joven y a una déspota gerente de recursos humanos que debe despedir a una buena cantidad de compañeros -incluyendo al papá de Ana-, compone un personaje que está fuera de sí, abrumada por el poder. El elenco se completa con Federico Buso, brillante, que al interpretar varios papeles le da espesor a la trama.
Si bien la obra navega entre la poesía, la música y los diálogos, el hilo es claro: todos sufren más de la cuenta. No hay buenos y malos, incluso los más malos acá son retratados desde el dolor. Maravillosamente, aunque posee un mensaje claro es tan inteligente como para dejar zonas por completar a una platea que seguro emprenderá esta tarea gustosa por el gran teatro que se le despliega.