Lo bueno de ser abandonada
Amanecí y tú no estabas . De Graciela Conforti. Dirección: Alicia Zanca. Intérpretes: Julia Zenko y María José Gabin. Músicos: Federico Adolfi, Christian Ibarra y Laura Pizzarelli. Vestuario y escenografía: Marianela Gómez. Iluminación: Gonzalo Córdova. Arreglos musicales: Tomás Becú. Coreografía: Hernán Peña. En El Cubo, Zelaya 3053. De viernes a lunes. Duración: 60 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
Un buen día Leila despertó y Gerard ya no estaba. Y ella no pudo más que cantar su recuerdo, su dolor, su rencor. Pero si nada fue fácil para ella hasta ese momento, la aparición de una suerte de álter ego, o pequeño demonio que no hace más que ponerle voz y cuerpo a su conciencia, tampoco le facilitará demasiado las cosas, al menos a corto plazo.
Haber dejado todo deseo personal en pos de apoyar el del resto de su familia, en particular el de su marido, enfrenta a Leila, ahora abandonada, con una soledad inabarcable e irremediablemente vacía. O, al menos, es lo que ella cree, porque es justamente para patear esa creencia anquilosante que entra en juego la endiablada imagen de su otro yo, que, luego de años de mordaza, se libera con total desparpajo para decir lo que tiene que decir.
Buena dupla conforman Julia Zenko y María José Gabin encarnando las dos caras de esta mujer que, a fuerza de dolorosos descubrimientos, le pone el cuerpo al futuro haciendo lo que no pudo -o no supo querer- en su pasado. La imagen contrastante entre ellas -inicialmente desde la altura- le ha servido de base a Alicia Zanca, la directora, para hacer un interesante, y a la vez divertido, planteo de puesta en escena, para lo que contó con una buena correlación en escenografía y vestuario. Así, todo el mundo de Leila se presenta en grande y en pequeño, uno más atado al pasado, a los recuerdos, más difícil de mover, y el otro, más ligero, aireado, casi caricaturesco, que sirve de despiadado espejo del anterior. Las dos actrices ponen en juego todo el histrionismo que sus papeles requieren, al que Zenko le suma una voz y una presencia escénica encantadoras. Sorprende, otra vez, la cantante en su rol de actriz, en el que se la ve cómoda, suelta, disfrutando.
Por su parte, Gabin hace alarde de una destreza corporal asombrosa y de una frescura, una naturalidad y una desinhibición que no hacen más que aportarles aún más humor y locura a su personaje, al de su compañera de escena y, por ende, a toda la obra. Su presencia es fundamental.
Una obra equilibrada
Zanca termina por redondear un conjunto sumamente atractivo cuando a los tres músicos que están en escena los hace jugar un papel de intérpretes interpelados. En definitiva, Amanecí y tú no estabas se presenta como un espectáculo de buenos equilibrios, buenos tonos, que coquetea con lo musical pero no deja de ser teatro, hecho que se apoya, además, en unos más que bienvenidos textos de William Shakespeare que, fuera de contexto, se vuelven todavía más divertidos y reveladores.
Sólo se le puede objetar un final un poco obvio, en contraposición con un planteo general original y jugado.
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