No, no me arrepiento de nada: una pobre mirada sobre la vida de Edith Piaf
Frío, fallido y didáctico retrato biográfico de la gran cantante francesa
Autor: Lázaro Droznes. Director: Diego Cosín. Intérprete: Annanda Samarine. Piano y preparación musical: Gabriela Battipede. Adaptación de canciones: Martín Bianchedi. Iluminación: Roberto Traferri. Sala: Teatro de La Fábula, Agüero 444. Funciones: sábados, a las 21. Duración: 65 minutos.
La historia de vida de Edith Piaf es bien conocida, sobre todo a partir del film La vida en rosa (que le valió un premio Oscar a su protagonista Marion Cotillard, en 2007) y del estreno local, en 2008, de la versión musical de Piaf, la obra de Pam Gems que significó un antes y un después en la carrera de Elena Roger. Con semejantes antecedentes, cualquier acercamiento al doloroso mundo de El gorrión de París que no cuente con los recursos apropiados, puede empalidecer. Como es el caso de No, no me arrepiento de nada, el unipersonal bien intencionado pero fallido que acaba de estrenarse en el Teatro La Fábula.
Tal vez el primer error haya sido la elección de la protagonista: una cantante brasileña (de innegable trayectoria lírica, pero de acotada experiencia actoral), puesta a imitar el acento francés a la hora de los monólogos y a cantar una docena de temas (a cual más hermoso e icónico en su idioma original) en castellano. Esta suerte de cocoliche conspira contra la absoluta concentración que la dramática historia de la primera cantante de la canción popular francesa merece. Todo se agrava cuando lo que se relata es enunciado en forma absolutamente epidérmica, como si nada fuera trascendental (y eso que a la pobre Piaf le pasaron unas cuantas cosas, desde nacer literalmente en la calle hasta tener que prostituirse para pagar el ataúd de su hija, muerta prematuramente a los dos años a causa de una meningitis).
El texto, demasiado didáctico para un autor de la altura de Droznes (escribió por ejemplo Bergman y Liv, correspondencia amorosa, y versionó Un judío común y corriente), es valioso sólo para quien no conozca nada sobre Piaf. Para el resto del público el espectáculo ofrece el famoso repertorio musical de la gran chanteuse, que, así las cosas, hubiese quedado mejor encuadrado en un recital.