Ostermeier y su visión social
El gran director de la Schaubühne estrenó su versión de Un enemigo del pueblo
Es perfectamente imaginable que la versión que llega a Buenos Aires de Un enemigo del pueblo , de Henrik Ibsen, proveniente de Berlín y de una de las mentes más brillantes de su teatro, Thomas Ostermeier, vendrá a mostrar una visión de la crisis europea. No resulta para nada un desatino el pensar que este texto de Ibsen se vuelve a activar ante este nuevo contexto en el que los indignados ocuparon parte de la escena. En una charla con LA NACION, Ostermeier se refirió a la razón para tomar este texto: "Es cierto que Ibsen es un autor de obras perfectas. Son casi mecanismos de relojería sobre los que uno debe luego intervenir para hacer su propia obra. Pero aquí me propuse señalar que, lamentablemente, los temas que trabaja Ibsen en su teatro todavía están vigentes. Uno hubiese imaginado que habiendo transcurrido un siglo estaríamos ubicados en otro lugar. Y sin embargo, cuando se vuelve a esas obras te das cuenta de que las problemáticas, con diferencias, siguen siendo las mismas". (Y a juzgar por lo ocurrido en la función de estreno, no se equivoca. Luego del discurso más altamente político del espectáculo, la puesta prevee una participación de la platea. Allí los espectadores tomaron el micrófono y comenzaron a hacer sus reclamos a la clase política: ley de medios y presupuesto para salud, educación y cultura fueron algunos de los temas señalados. Pero la situación llegó a su clímax cuando se solicitó que los políticos presentes en la sala dieran su punto de vista. La alusión era a Darío Lopérfido (director artístico del festival), quien recogió el guante, tomó el micrófono y comenzó a opinar. Fueron dos los momentos en los que la indignación se hizo oír con más fuerza: cuando afirmó que ya no era un político profesional y cuando sugirió la posibilidad de que los pueblos pueden equivocarse a la hora de elegir gobernantes, en explícita alusión al nazismo y a la complicidad silente del pueblo argentino con la dictadura local.)
Ostermeier dirige desde 1999 una de las salas más importantes de la capital alemana, la Schaubühne, y ha sido uno de los hombres que se ha dedicado a revisar textos clásicos para recontextualizarlos y darles una versión remozada, pero no por ello pauperizada, tal como pudo comprobar el público porteño hace ya dos años con su versión de Hamlet . No se trata de cambiarlos, se trata de ponerlos en diálogo con el presente y buscar un público dispuesto a ser confrontado con la propuesta. "Entre mis objetivos cuando asumí la dirección artística de la Schaubühne -cuenta- estuvo el de tratar de lograr que el teatro deje de ser un pensionado. Uno estaba demasiado acostumbrado a ir a salas teatrales y ver que el público que asistía de manera recurrente eran todos mayores. Yo me propuse desarrollar una estética que pudiera dialogar con otra generación, con la mía. Y a través de diferentes procedimientos estéticos he logrado que el público se acerque y sienta que el teatro no es ese lugar distante al que ir a lucirse sino más bien un espacio de interpelación permanente y no desconectado de la realidad cotidiana de un joven alemán. Además logré hacer de la Schaubühne un lugar en el que el mundo está no únicamente en el escenario sino en el propio lugar de trabajo. Vos entrás a un ensayo un día de semana y escuchás que se habla un pésimo inglés. Y esto para mí es un buen síntoma: significa que allí tenés diferentes sonoridades, porque lo que hay es gente de diferentes partes del mundo tratando de llevar a cabo un proyecto en común".
El apropiarse ahora de Un enemigo del pueblo resulta más que elocuente. La historia del Dr. Thomas Stockmann le permite a Europa repensarse bajo este nuevo contexto y entender en qué medida los políticos son la solución al problema. En lo anecdótico, Ibsen nos enfrenta a una situación dilemática en la que un científico descubre que el agua del balneario del pueblo, única fuente de riqueza de la comunidad, está contaminada. Él pretende publicar en un medio de comunicación dicha situación en nombre de la sanidad mientras la política -su hermano, el intendente- entiende que hay que ocultarlo para no afectar la economía. El pueblo será así confrontado a una suerte de doble moral: la verdad y la sanidad por un lado, la mentira y la riqueza por el otro. Ostermeier decidió cambiar uno de los monólogos del Dr. Stockman y agregar un fragmento del libro La insurrección que viene , un material que produjo en Francia el denominado Comité Invisible, que analiza las crisis económicas y ambientales (tiene un apartado en el que se discute la crisis económica argentina del año 2001/2002) para finalizar señalando cómo organizar, por la vía de comunas y organizaciones secretas, un cambio radical de paradigma que le permita a la cultura correrse del corrompido sistema capitalista representado a su vez por la corporación política. "En buena medida yo quise trabajar con una referencia implícita a eso que denominamos Indignados, cuenta el director. Fue por eso que hice ese cambio en el interior del propio texto porque me parecía importante pensar en la juventud como fuente de todo cambio posible. Es por eso que también mis personajes son más jóvenes que en la versión original. Yo quería que sean ellos los que protagonizaran este conflicto. Es la generación de la «primavera árabe», de la plaza Tahrir, de las movilizaciones en Chile, de Occupy Wall Street . Pero, a su vez, no quería caer en la ingenuidad del protagonista de la pieza de Ibsen que cree que la verdad debe ser dicha a toda costa, que los medios deben informar y la política solucionar los problemas del pueblo. Yo sé que eso es un pensamiento ingenuo y quería dar cuenta de ello, sin caer en el escepticismo y señalar que todo está perdido. Creo que esos movimientos sociales cometieron un error de diagnóstico, pero yo sigo creyendo firmemente que la política y la democracia son la forma de solucionar estos inconvenientes que hoy marcan la fisonomía del planeta".
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