Otra familia disfuncional, con buenas actuaciones
Con el lenguaje no convencional de Elisa Carricajo
2035, de Elisa Carricajo. Elenco: Paula Acuña, Julia Amore, Federico Buso y Débora Dejtiar. Vestuario: Victoria Blanco y Virginia Mandayo. Iluminación: Javier Daulte. Dirección: Elisa Carricajo. Los jueves, a las 21. Abasto Social Club. Duración: 60 minutos.
Nuestra opinión: buena
Luego de una breve temporada en el Centro Cultural Ricardo Rojas dentro del ciclo Operas Primas, Elisa Carricajo repone su primer trabajo de dirección 2035 , un texto que si bien se ubica dentro del tópico de la familia disfuncional, recurre a algunos elementos que producen el distanciamiento necesario como para que el humor se imponga a las crisis y conflictos.
Si bien es cierto que la ubicación en el futuro no tiene una justificación dramática precisa, sí le aporta en la escenografía y en el vestuario una belleza singular. Una alfombra de césped sintético, paredes térmicas, unos extraños bollos de material impreciso y fuerte color rojo, dos sillas de metal y ningún otro mobiliario colaboran armónicamente con el trabajo textual e interpretativo de los actores.
Lengua y comunicación
Si el teatro de los años 90 estuvo signado por una textualidad que propiciaba un tipo de lenguaje que de tan críptico se volvía hermético, su heredero parece haber entendido que no se trata de desarticular una historia para volverla irreconocible sino más bien de mostrar cómo hemos sabido vaciar al lenguaje de todo valor emocional y comunicativo. La obra comienza con las cuñadas conversando sobre algún asunto conflictivo que el espectador desconoce. Pero a medida que avanza la trama, nos enteramos cuál es el conflicto pero el lenguaje no cambia de aspecto. Sigue siendo una sucesión de frases hechas que no permite llegar a ningún nudo dramático. Y así avanza el texto, rodeando el conflicto y amenazando permanentemente con estallar, pero nunca lo hace porque esos seres del futuro están despojados de sangre, de vehemencia y de pasión.
Aparecen en algunos momentos ciertos reclamos que denuncian una anacrónica emocionalidad humana, pero que serán rápidamente desactivados por alguno de los personajes puesto que todo, absolutamente todo, parece carente de sentido.
El conflicto es tiernamente humano pero nunca termina de ser tal. Un matrimonio vive en la casa materna de él. De pronto, la hermana que vivía en el extranjero decide regresar con su pareja -quien está embarazada- e instalarse en la casa. Las mujeres llevarán a cabo las conversaciones que no conducen a ningún puerto mientras el hombre, temeroso, evita bajo cualquier medio el enfrentamiento de sus seres queridos, al tiempo que no quiere confrontarse con la crisis matrimonial que los aqueja.
Carricajo conoce -le ha puesto el cuerpo como actriz- que el teatro ha versado en torno a la agonística, y por ello apela ahora a una negación de cualquier tipo de actitud combativa para construir una alegoría social que desde un futuro fantástico nos interpela. Y los actores son quienes verdaderamente sobresalen. Fundamentalmente lo hacen Débora Dejtiar (Ana) y Paula Acuña (Magali), quienes encontraron un tipo de caracterización sumamente eficaz para con la textualidad propuesta.
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