Pintura de una sociedad imperfecta
"Parásitos" , de Marius von Mayenburg. Intérpretes: Carlos Borchardt, Pablo De Nito, Laura Mantel, María Merlino y Carlos Weber. Traducción: Claudia Baricco. Diseño de luces: Ricardo Sica. Asistente de dirección: Elsa Sciascio. Puesta en escena y dirección: Ricardo Holcer. En Espacio Callejón.
Nuestra opinión: bueno
Desde hace aproximadamente tres años, el Instituto Goethe de la Argentina divulga producciones del nuevo teatro alemán en ciclos semimontados a cargo de intérpretes locales.
"Parásitos", de Marius von Mayenburg, se presentó dentro de ese espacio y ahora llega a una sala teatral con una factura más acabada.
Como buena parte de la dramaturgia europea producida en la última década su estructura es fragmentada, sus personajes poseen conductas muy elocuentes, refieren los mundos de familias muy destruidas y no hay en esas piezas una sola historia sino la de tantos personajes como se muestren en escena. Cada uno de ellos además remite a una sociedad muy imperfecta, que se relaciona directamente con la violencia, en una operación compleja de definir porque responde a cada país en particular, pero termina resonando en los públicos de tantos otros.
Marius von Mayenburg opta por trabajar escenas breves, al comienzo casi inconexas. Sus seres están acabados, sus mundos son muy sombríos y allí pelean por salir de la sociedad que no los contiene, nada de lo aquí tienen parece ser verdadero para ellos. Están desclasados. Han llegado a un lugar de destrucción tal que todo se torna incomprensible.
Invitación a la tristeza
Ricardo Holcer propone un pequeño espacio circular para su representación. Como narradores de historias, al comienzo, los intérpretes entran y salen de él y se muestran ante los espectadores como meros despojos a los que se hace necesario reconocer. Luego, la acción se va intensificando, la trama toma un carril concreto y todo se torna más intenso. La respiración de los actores se mezcla con la de los espectadores. Y el círculo se hace más agobiante.
Cada uno de esos seres es más reconocible. Son seres de la calle, que aparecen en las portadas de diarios y que asoman también en la televisión continuamente. Y no son delincuentes. Son más terminales. No tienen objetivos. Si matan no vencen, para hacerlo deben morir. Parecerían no tener otra opción.
Un elenco muy homogéneo da vida a esas pobres criaturas. La violencia que los identifica no es agresiva ni genera más violencia. Y esto los hace más enteros, quizá. Y eso promueve que el espectador seguramente los descubra con dolor. Esta puesta propone una lectura sobre lo indigno muy contemplativa, tal vez. La reflexión llegará después. E indudablemente conducirá a la tristeza.
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