Planteos de una relación de pareja
"Pedir demasiado", de Griselda Gambaro. Intérpretes: Ingrid Pelicori, Horacio Peña. Música: Ernesto Jodos. Iluminación: Gonzalo Córdova. Escenografía y vestuario: Jorge Ferrari. Asistente: Micaela Sleigh. Asistencia artística: Virginia Lombardo. Dirección: Alicia Zanca. En el Teatro Nacional Cervantes, sala Orestes Caviglia.
Nuestra opinión: muy bueno
Una nueva obra de Griselda Gambaro acerca al público unos personajes muy singulares. Son los que a la autora más le gusta mostrar, cargados de humanidad y contradicciones. Elena y Mario son dos seres muy comunes, podría decirse que no tienen ninguna particularidad especial, hasta que empiezan a hablar y dicen cosas que los muestran con una desnudez abrumadora. Han sido pareja, se separaron, ella logró recuperarse de la soledad y es feliz junto a un nuevo amor. El se quedó con ella, en la memoria, en el cuerpo. La acción de "Pedir demasiado" podría decirse que es mínima. La clave está en el discurso, en lo que ellos recuerdan, en sus pasiones de otro tiempo o en esas miradas momentáneas que intercambian mientras hablan y que dan muestras de unas historias que en algún momento parecerían que no tienen fin.
La obra está dominada por una clave muy femenina (a estas alturas debemos agregar, no feminista). Mario sufre por amor, por su angustia frente al abandono, su soledad, su mundo que no puede volver a completarse y la dicha de ella, a quien ansía volver a tener, y este sufrimiento lo torna un ser tan desalentado que por momentos parecería no poder recuperarse. Elena, en cambio, ha transitado un camino que la ha fortalecido y hasta puede animarse, con fuerza, a mostrarle al otro sus despojos.
Una frase que dice Mario resulta contundente: "No hay una sola clase de amor, ¿sí? Hay tantas, buenas o no, generosas, crueles... Y en última instancia, todas sirven. El sediento es capaz de agradecer el agua turbia".
Entrañable romanticismo
La escenografía que diseña Jorge Ferrari da una vuelta de tuerca. El mobiliario y aún los discos de acetato -aquellos entrañables LP- acercan otra lectura. Nos llevan a ubicar la acción en los años 70. Y entonces ahí podríamos reparar en que se trata de una propuesta feminista (después de las justificaciones del caso podemos decirlo). Y no está mal. Es posible. Pero si uno lee el texto original (publicado por editorial Norma) descubrirá que "Pedir demasiado" está escrito en 2001, año emblemático por cierto. Todo está quebrado en nuestra sociedad. Venimos de un tiempo de mucho desamor y soledad (la década del 90) y terminamos en una crisis política que arrasó con todo. Así entonces, que el hombre empiece a mostrar en nuestra literatura dramática que es un entrañable romántico, que sufre hasta el dolor por amor, es sumamente interesante. Sólo Griselda Gambaro puede animarse a ir en contra de la regla porque es una autora de una sensibilidad profunda, deténgase el lector en sus personajes de narraciones como "Después del día de fiesta", "El mar que nos trajo" -por sólo citar algunas de sus últimas creaciones- y reconocerá que sabe mucho y que reflexiona continuamente sobre las miserias, las angustias y las pocas enterezas del ser humano contemporáneo.
Indudablemente, la puesta de Alicia Zanca es muy intensa, sino ¿cómo provocar tanta reflexión? En tanto actriz sabe que sólo los actores podrán aportar trascendencia a este texto. Y apuesta a ellos, a sus mundos internos, y fortalece la creatividad de Ingrid Pelicori y Horacio Peña y los muestra con sus recursos expresivos a pleno. "Pedir demasiado" se engrandece, provoca al espectador, lo envuelve, lo deja sumamente vacío, por momentos; pero a la vez lo vitaliza, lo ayuda a descubrirse. La angustia de Mario y las lágrimas de Elena resultan un terreno reconocible. No importa en qué papel se haya encontrado uno en algún momento de su vida. El amor siempre es así, completa y enaltece; destruye y desalienta. Y contra eso poco se puede hacer; sobre todo si, además, una iluminación tan intensa como la de Gonzalo Córdova, nos obliga a mostrarnos tan profundamente.
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