Profunda y conmovedora experiencia
La sangre de los árboles / Dramaturgia y dirección: Luis Barrales / Intérpretes: Juana Viale y Victoria Céspedes / Música en escena: Ángela Acuña / Asistencia de dirección: Benjamín Villalobos / Sala: El Cultural San Martín, Sarmiento 1551 / Funciones: jueves a sábado, 20.30; domingo, a las 19 / Duración: 70 minutos / Nuestra opinión: muy buena
La voz en off de una mujer (cuyo nombre no se detalla en el programa) abre y cierra esta experiencia dramática. Su tono es muy delicado y al comienzo parecería invitar a la platea a ingresar a una historia fantástica, de fuerte contenido poético.
La sangre de los árboles es un proyecto que comparten el autor y director chileno Luis Barrales (uno de los creadores más interesantes del teatro emergente de Santiago), la argentina Juana Viale y la uruguaya Victoria Céspedes. El espectáculo se estrenó en Chile, está realizando su recorrido porteño y cerrará, posiblemente, su derrotero en la sala Verdi de Montevideo.
En escena, Leonor (Viale) y Manuela (Céspedes) construyen un juego que habla sobre los lazos familiares. Dos mujeres que comienzan intentando descubrir si son hermanas (no se animan a abrir un supuesto análisis de ADN que podría confirmarlo) y que van mutando de estados para transformarse en verdaderas hermanas, amantes, madre e hija.
Barrales construye una estructura dramatúrgica muy atractiva. Son muy difíciles de percibir los cambios de situaciones y tal vez de lo que se trate es de exponer la entereza con que cada rol que se tiene en la vida deba sobrellevarse. La sangre que nos liga debe fluir por nuestra venas con la calidad necesaria que permita reconocer la felicidad o el dolor con una profundidad que resulte sanadora. Así cada ser se engrandecerá, cada conducta se fortalecerá, cada convicción tendrá una integridad soñada.
En un espacio despojado en el que se destacan unos pocos objetos y ante la presencia de una celista, Ángela Acuña, que acompaña o marca el ritmo de la acción con mucha delicadeza, ambas intérpretes son niñas alocadas, mujeres indefensas, señoras irreverentes o conservadoras.
Tanto Juana Viale como Victoria Céspedes se imponen con una performance muy destacada. Juegan con una elocuencia notable. Mudan de personaje con mucha capacidad creativa, refuerzan con sus acciones la notable poesía del texto (que es realmente intensa y muy conmovedora) y se permiten habitar unos espacios imaginarios que adquieren una relevancia inusitada.
Más allá de las situaciones que se multiplican en un prolijo orden, donde se refuerzan metáforas sobre cuestiones familiares, conductas heredadas, la historia de un país que no siempre contiene a sus habitantes como corresponde, la sexualidad que domina unos cuerpos o el odio o el amor que pueden atravesar las relaciones, La sangre de los árboles se impone con un sinnúmero de reflexiones que, sin duda, movilizarán al espectador.
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