![La canción en la que Donna Summer fingía llegar al clímax](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/donna-summer-y-el-hit-que-inicio-su-exitosa-EAWBS73DPNDFDLCYLGNS6TLQ6M.jpg?auth=b0f11796754d6f77c31b89c03f2dc3a9dec4a3badba35724a9520dca5d6c9f2e&width=300&height=130&quality=70&smart=true)
Casi que no está
Texto y dirección: Melisa Freund / Con: Daniela Rico Artigas y Mariano Villamarin / Vestuario y escenografía: Cecilia Zuvialde / Luces: Patricio Tejedor / Música: Leo Clerici / Sala : Elefante / Funciones: lunes, a las 21 / Duración: 55’ / Nuestar opinión: buena
El mundo que despliega Melisa Freund es el de la evocación. Dos cuerpos en un espacio neutro teñido de un blanco muy blanco sobre el que irán depositando decires que buscan reconstruir escenas de un pasado que se va al mismo tiempo que se obstina en permanecer inerte. La excusa es la de presentar a dos jóvenes que en algún momento -antes, ahora, poco importa- se amaron. Todo el texto está construido en un tono claramente narrativo que permite recordar a la dramaturgia más reciente, que reniega de cierto uso de los modismos lingüísticos propios de la dramaturgia más bien convencional -el formato de diálogo, las discusiones, la representación de un presente puro- para instalar otra instancia, a mitad de camino entre el teatro y la literatura. Es puro teatro la presencia de esos cuerpos allí, arrojados para narrar. Pero es literatura el modo en el que esos mismos cuerpos se vinculan con la historia a transmitir. No la representan. No "actúan" estar en ese tiempo en el que lo que narran ocurría. Muy por el contrario, toda la filosofía lingüística del texto consiste en comprender el poder evocativo del lenguaje, y cómo el funciona como una suerte de juego de dominó a través del que se puede poner una gran y compleja maquinaria como es la de la memoria. Así, durante cincuenta y cinco minutos los dos personajes recordarán lo vivido y el espectador irá lentamente perdiendo la dimensión temporal precisa de lo que el relato cuenta.
Los actores, que comprenden a la perfección el juego en el que se encuentran, saben ubicar los momentos en los que trabajar con cierta cadencia y quebrarla cuando la historia evocada así lo requiere. Son ellos, con las precisas marcaciones que la autora y directora les hizo, los que tienen que encontrar esa intensidad tan particular que el teatro no representacional debe lograr para capturar el interés de la platea. Y lo logran.
El espacio que diseña Cecilia Zuvialde oficia de gran marco para el desarrollo de esta pequeña historia de amor que avanzará hasta encontrar su punto de irreversibilidad. Sorpresa para el espectador que podrá recién allí terminar de hilar todos los cabos sueltos y comprender esa dimensión temporal a la que se alude desde el poético nombre.
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