Regresa un clásico de Strindberg que expresa una vigencia singular
Protagonizada por Leonor Manso, Antonio Grimau y Gustavo Pardi, el CTBA estrena Danza macabra, en el Regio
Una potente historia de seres fracasados. El pequeño friso de época que muestra a su autor haciendo un importante viraje del naturalismo al expresionismo. Son dos de los puntos altos de uno de los dramas más emblemáticos del autor teatral y narrador sueco August Strindberg. Danza macabra, la obra en cuestión, fue estrenada en 1901 y es uno de los textos que abrió las puertas de una nueva forma de concebir el teatro en Europa, a comienzos del siglo XX.
La pieza vuelve a representarse en Buenos Aires gracias al Complejo Teatral de Buenos Aires. En versión y dirección de Analía Fedra García e interpretada por Leonor Manso, Antonio Grimau y Gustavo Pardi. El teatro Regio acoge este proyecto que presenta una novedad. El texto original ha sido adaptado y se ha concentrado en la relación de los tres protagonistas, Alicia, Edgardo y Kurt. Esto no le ha quitado vitalidad a la trama, por el contrario, ha fortalecido los vínculos de una pareja devastada que juega a destruirse en el día en el que conmemora su 25° aniversario de casamiento, celebración a la que se integra un hombre que en otro tiempo ha estado cercano a ellos y que parecería no temer a ser manipulado por quienes lo reciben.
En Danza macabra Strindberg juega con cuestiones autobiográficas, como en muchos otros textos. Una pieza que ha dejado señales muy importantes en el teatro contemporáneo y aún en el cine. La historia, entre otros, influyó al norteamericano Edward Albee a la hora de escribir Quién le teme a Virginia Woolf y hasta a Ingmar Bergman en Escenas de la vida conyugal.
Los protagonistas de la pieza esperan el estreno con mucha inquietud. Y pareciera haber entre ellos una química muy especial. Leonor Manso y Antonio Grimau es la primera vez que se juntan en un escenario. Se formaron juntos con Juan Carlos Gené y estuvieron casados, pero la profesión hasta ahora no les había dado la posibilidad de compartir el trabajo. Grimau no recuerda una situación concreta. Manso relata que hace unos días volvió a ver la película La Mary y allí ambos aparecían en una escena. "Éramos tan jóvenes", dice con una tierna sonrisa.
Gustavo Pardi considera que debe rendir honor a este proyecto que no solo le posibilita encarar una obra de Strindberg, sino trabajar con dos referentes a los que respeta mucho como Manso y Grimau. Él además se siente muy cercano a la labor de Analía Fedra García de quien vio muchos de sus montajes y por quien también siente admiración.
Introducirse en el universo de esta obra no ha sido una tarea sencilla para ninguno de los intérpretes. "Es un desafío muy interesante para el actor recrear este texto - explica Antonio Grimau-. Todas son criaturas muy al límite, con situaciones muy jugadas que por momentos rayan en la locura. Pocas veces he leído un autor tan al borde como Strindberg, con personajes tan profundos y que a la vez habla de la humanidad toda".
"Las palabras de Strindberg son tan buenas que enseguida encarnas a los personajes - confiesa Leonor Manso-. De inmediato descubrís todos los mecanismos de esas relaciones, lo sentís en el cuerpo. Además, por momentos aparece el humor. Creo que el público va a reírse de algunas situaciones porque esas cuestiones psicológicas en las que el autor hace hincapié hoy no resultan desconocidas para nosotros. Conocemos muy bien ciertos artilugios de las conductas de una pareja".
Gustavo Pardi resume que el proceso para él fue muy agitado emocionalmente. Le resultó imposible no hacer analogía con su propia vida, su pasado y hasta aparecieron algunos recuerdos familiares. "Creo que a todos nos movilizó mucho y fue muy agotador y doloroso. Es la manera de encontrar las verdades que este autor reclama en escena", afirma.
Grimau en un comienzo encontró a su personaje muy lejano a él. Pero a poco de transitarlo también empezaron a aparecerle imágenes de seres próximos a su familia, a cierto universo cotidiano. "Asomaron apoyaturas, características físicas que fueron ayudando a la composición -dice-. Cuando debo enfrentar personajes tan distantes en idiosincrasia, modos de vida, siempre se me vuelven inalcanzables. Aquí no hay otra verdad que el trabajo constante y tortuoso, por momentos. Pero por fin da resultados".
Leonor Manso afirma que se entrega a cada obra como si fuera la primera vez que sube a un escenario. Aunque a esta altura de su carrera confía en algo interno que va a sucederle y sabe que solo debe dejarse llevar por ese impulso. "Así descubro cosas que desde la cabeza no había visto o comprendido -aclara-. Y eso que aparece, que no manejé, el cuerpo me dio la posibilidad de descubrirlo. Ese momento me parece maravilloso. Por eso me sigue gustando mi tarea porque me sorprendo continuamente".
A través de las conductas de Alicia, Edgardo y Kurt, August Strindberg devela unos perversos mecanismos de relacionarse que en su momento resultaron desconcertantes y a la vez muy movilizadores para una platea muy poco acostumbrada a verse reflejada de manera tan contundente.
"Son seres muy locos, como somos todos. Hoy nos creemos más racionales porque hacemos o hemos hecho psicoanálisis. Pero creo que seguimos siendo iguales", dice Leonor Manso a la hora de reconocer la vigencia de este material dramático. Gustavo Pardi destaca la neurosis de esos seres que se aman y se odian con la misma intensidad. "Estamos inmersos en un mundo psicológico muy profundo, muy revulsivo. Pero a la vez es muy terapéutico. Uno pasa de prestado por conflictos que no le pertenecen", concluye Antonio Grimau.
Danza macabra
Teatro Regio, Córdoba 6056
De miércoles a sábados, a las 20.30; domingos, a las 20.