Sabrina Berman: "El teatro es el lugar donde la tribu repasa sus dilemas"
"Si después de morirme quisieran escribir mi biografía / no hay nada más sencillo / Tiene solo dos fechas / la de mi nacimiento y la de mi muerte / Entre una y otra todos los días son míos", escribió alguna vez Fernando Pessoa, uno de los más grandes poetas de la lengua portuguesa. Lejos de sentirse desalentada por esa severa advertencia, la mexicana Sabrina Berman se animó a imaginar intensas veinticuatro horas de la vida del autor del Libro del Desasosiego y a transformar esas especulaciones en la dramaturgia de Ejercicios fantásticos del yo, obra que se estrenó el 8 de marzo pasado en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125).
Habrá apenas ocho semanas de funciones de esta obra protagonizada por el también mexicano Gael García Bernal, acompañado en esta ocasión por Rita Cortese, Fernán Mirás, Vanesa González, Martín Slipak, Javier Lorenzo, Fernando Sayago y Nacho Pérez Cortés.
La historia se desarrolla el mismo día en el que se inició la Primera Guerra Mundial, una jornada fatídica que en la que Pessoa -cuya biografía está llena de enigmas- escribió El guardador de rebaños, que Berman considera "el primer poema relevante del siglo XXI, porque a la vez que nos reconecta con la Naturaleza, resume con precisión el siglo previo".
Para la mexicana, una de las dramaturgas más prestigiosas y populares de su país, autora también de la novela La mujer que buceó dentro del corazón del mundo, traducida a once idiomas, Pessoa es un pariente literario: "Lo defino así porque todo lo que escribió fue siempre una referencia muy importante para mí", admite. "Para escribir esta obra no tuve que hacer una gran investigación porque tenía todo muy claro. No se trata de una biografía. Pero aunque no sepas quién fue Pessoa, la puedes entender igual -asegura-. Y hasta es probable que si nunca lo has leído, salgas corriendo a buscar uno de sus libros".
Se suele decir que la gran invención de Pessoa fueron los heterónimos, diferentes personalidades poéticas (Álvaro de Campos, Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Bernardo Soares) a través de las cuales el autor de Lisboa canalizó sus reflexiones sobre la verdad, la existencia y la identidad. No todos los que lo leyeron opinan lo mismo, de todos modos. Uno de sus detractores más conocidos, su compatriota Antonio Lobo Antunes, dijo hace unos años que la obra de Pessoa le resultaba "mortalmente aburrida" y que "la poesía del heterónimo Álvaro de Campos es una copia de Walt Whitman y la Ricardo Reis, de Virgilio".
"Pessoa se preguntaba por qué no podría cambiar su yo como cambiaba de sombrero", analiza por su parte Berman. "A él le parecía que el yo era una especie de creación literaria que vamos construyendo a través de la vida y pensaba que aferrarse a esa construcción era absurdo. Ya en su infancia empezó a inventarse distintas personalidades. Y ninguna era necesariamente más importante que la otra".
Sobre la elección de Gael García Bernal, Berman dice que "su alegría vital es clave para cada personaje que encarna, porque esa actitud siempre está afirmando que hay algo más importante que la historia que está contando. Y eso lo vincula directamente con Pessoa".
Igual que el escritor portugués, la autora piensa que "el yo no existe, sino como creación literaria, aunque mucha gente se sienta terriblemente culpable cuando hace algo 'fuera del guion' de ese yo y entonces termina yendo al psicoanalista". Categórica, subraya también que "todo eso es puro palabrerío" y que "lo único cierto es el cuerpo".
Columnista de medios como El Universal y Vanity Fair, Berman, de 59 años, ha ganado a lo largo de su extensa carrera una notable cantidad premios por su trabajo como dramaturga. En Buenos Aires, está actualmente en cartel una de sus obras más elogiadas, Testosterona, rebautizada aquí Doble o nada y protagonizada por Miguel Ángel Solá y Paula Cancio (funciones de jueves a domingos en el Teatro La Comedia, Rodríguez Peña 1062).
Con el aval de esa gran experiencia acumulada, señala que para pensar el teatro vale pena repasar una teoría del famoso naturalista inglés Charles Darwin: "Él decía que el primer lenguaje fue onomatopéyico: la tribu llegaba a la cueva cada noche y representaba lo que había sucedido afuera, durante todo el día. Una persona representaba al águila, otra al mono, otra al árbol... Y cuando se les presentaba un problema grave, como la aparición intempestiva de un mamut, ensayaban maneras de atraparlo. Creo que eso es, en definitiva, el teatro: el lugar donde la tribu repasa sus dilemas, celebra sus logros y ensaya sus soluciones".
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