Shöñe: Retrato de la perplejidad
Shöñe
Dramaturgia y dirección: Jorge Diez. Actuación: Ana Padilla. Arte: Cinthia Chomski. Sonido y luces: Ignacio Gelli. Sala: Tadrón (Niceto Vega 4802). Funciones: domingos, a las 20. duración: 25 minutos. NUESTRA OPINIÓN: Buena.
Acertado riesgo el de cambiar a último momento un proyecto para el streaming por la calle. Al aire libre, el público sentado en la vereda, de espaldas a los ruidos de los autos que nunca impedirán que se escuche perfectamente la voz de la actriz. Un vientito suave entre la última luz de la tarde y la primera estrella. Todo un gesto de juntada, comunitario, que se agradece y se disfruta.
Detrás del vidrio, Ana Padilla se exhibe como cuerpo para ser observado. El efecto es atractivo porque la vidriera exige mirada y, a la vez, impone el misterio de lo que no se toca. Una mujer desdoblada, que discute consigo misma cuando no hay testigos: una, intenta el diálogo y se permite dudar; la otra, responde con prejuicios. No hay acuerdo porque la verdad se escurre entre distorsiones y malentendidos. Imposible no leerla en código de dos estereotipos de Argentinas opuestas, la que descree de las ilusiones y la que se permite tenerlas, ambas perplejas ante lo que no se comprende. Y el nombre de Shöñe aparece entre sueños como una tierra prometida donde el bienestar es palpable, un lugar sin comprobada existencia pero con la realidad de los deseos.
Otra vez dirigida en un unipersonal por Jorge Diez (el anterior fue Nina), Padilla no deja nunca de hablar en la casi media hora del espectáculo. Sentada, en la mayor parte de la obra, o de pie frente a un espejo poniéndose rouge, monologa un diálogo esquizofrénico a la vez que investiga las posibilidades escénicas de un espacio no convencional. Con su experiencia y solidez sostiene esta exposición que atraviesa el vidrio (que no es igual a pantalla) hasta los espectadores ¿post? pandemia.
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