Humor, ironía, dinamismo y destreza actoral
Carcajada salvaje
Nuestra opinión: buena
Libro: Christopher Durang. Dirección: Corina Fiorillo. Intérpretes: Verónica Llinás, Darío Barassi. Escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez. Iluminación: Ricardo Sica. Vestuario: Silvina Falcón. Teatro: Multitabarís. Funciones: miércoles a domingos. Duración: 90 minutos.
Una carcajada en medio de la más dolorosa aflicción", dice sin tapujos el personaje de Verónica Llinás a una platea que toma como cómplice de todas sus aventuras. Esta frase contundente es de Beckett y entonces queda fundado el objetivo de esta pieza: reír de la propia existencia que se presenta y se muestra aquí tan esquiva e inasible que, propone entonces este teatro, no queda otra que lanzar una salvaje y aterradora carcajada al sinsentido de la vida. Resumido así, el teatro del absurdo beckettiano partía de estos temas universales que lo preocupaban, la angustia ante la muerte, la incomunicación, la soledad o incluso la nada, y construía sus piezas en clave de humor ante la ridiculez extrema de querer encontrarle un sentido a lo que verdaderamente para él carecía del todo.
La pieza del dramaturgo norteamericano Christopher Durang sube a escena en esta oportunidad de la mano de la directora Corina Fiorillo que, además de tener una carrera interesante en el teatro off –tiene en cartel La ira de Narciso, Juicio a una zorra, Tebas Land–, también dirige en la escena oficial y comercial –El vestidor, que se encuentra de gira–. Una pieza compleja para la dinámica escénica de la calle Corrientes que acostumbra más a recorrer historias lineales y con un juego de sillones en el centro de la escena, con la excepción, claro, de las obras de stand up.
Carcajada salvaje está dividida en dos grandes partes. La primera con Verónica Llinás al frente, los restantes cuarenta minutos tienen a Darío Barassi como intérprete, y una tercera parte, más breve, en la que comparten escena. Ambos narrarán a la platea, siempre con humor, sus dramas cotidianos, sus fobias sociales, sus iras desatadas, sus reacciones intolerantes. Tienen en común gran parte de sus problemáticas aunque, sin saberlo, comparten más que estas características. Conviene no revelar este punto, pero es importante destacar que la pieza de Durang hace foco en la profunda incomunicación y desconexión que la modernidad lega a sus habitantes, que estando rodeados de personas no pueden más que sentirse profundamente solos.
Dos grandes monólogos, llenos de desparpajo e intensidad que se imbrican en una historia que tiene sorpresas, humor y mucha destreza actoral comandada por Fiorillo, que le imprime una dinámica fresca sin perder nunca de vista la ironía como eje.
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