Tiempos de fanatismos políticos y devociones
Pablo Caramelo es un destacado actor que, esta vez, investigó sobre la iconografía ideológica en los años 70
La acción se desarrolla durante una noche particular. Un grupo de jóvenes revolucionarios rapta el féretro de un líder político latinoamericano, el día de su muerte, y lo traslada hasta un teatro abandonado con el fin de homenajear su memoria, de manera privada y clandestina. Así comienza La vida compartida, un espectáculo en el que se combinan el drama, la pasión política y los ideales juveniles. La dirección es responsabilidad de Pablo Caramelo y se presenta en el Abasto Social Club.
El proyecto tiene un origen singular. Caramelo heredó un libro de su abuelo en el que se compilan los discursos que diferentes referentes políticos ofrecieron, en el Congreso Nacional, en oportunidad de despedir los restos mortales del presidente Juan Domingo Perón. "Me quedé magnetizado con esos documentos -cuenta el creador. Impregnados de una retórica muy barroca, ya casi anacrónica, pero que, sin embargo, tienen una vibración muy especial. Lo tenía como un material con el que quería construir algo, un acto coral con matriz de tragedia griega. Además tienen una carga especial, me traen imágenes de mi infancia. Recuerdo las palabras de Ricardo Balbín cuando despidió a Perón."
El proceso de creación del espectáculo demandó una investigación muy intensa. Por un lado, encontrar una estructura para esos textos, ordenarlos dentro de una dramaturgia. Primero apareció la idea de que esas palabras fueran pronunciadas por un coro escapado de una tragedia y luego llegó la idea de desarrollar una hipótesis ficcional: un grupo de jóvenes rapta el féretro y hace las exequias de manera privada, con la intención de dirimir ciertos ajustes generacionales. "Aquí está flotando aquella expulsión de los jóvenes de la Plaza de Mayo, una situación que está dentro de nuestro ADN. Dentro del réquiem y, no estando el héroe, los jóvenes deben sostener el sentido de las cosas y hacerse cargo de eso", explica Caramelo.
La historia de La vida compartida no está ubicada en la década del 70. El autor y director prefiere correrse de esos años y, hasta los protagonistas son jóvenes revolucionarios, pero de inspiración existencialista. En este punto Caramelo encuentra también un centro de atención. Cómo sus actores -Diego López, Federico Iglesias, César Riveros, Luciana Serio y María Viau podían contar algo que no pertenece a su generación y que, además, no se corresponde con cierta dominante que él reconoce en la escena actual. "Me preocupa ese teatro que expresa una supervivencia de la ironía, como si fuera una herencia saturada de los años 90 -explica. La idea parecería ser que, suceda lo que suceda históricamente, o en la coyuntura, a mí como artista no me van a engañar. Esa ironía parecería preservarme. Traté de evitar eso."
Destacado actor que ha trabajado junto a reconocidos directores de diferentes corrientes estéticas (desde Miguel Guerberof o Rubén Szuchmacher a Ricardo Bartis) y aun con intérpretes fundamentales de la escena contemporánea porteña, como Alfredo Alcón, Elena Tasisto o Alberto Segado, Pablo Caramelo decide con este proyecto hacer una apuesta dentro de la dirección. "Después de realizar ese camino me pregunté que podía hacer con toda esa experiencia -cuenta y creo que dirigir es una buena salida. Tengo un diario de la escena que hacía con Alfredo Alcón en La muerte de un viajante, por ejemplo, y otro de los ensayos de El box, de Ricardo Bartis. Para mí es un orgullo haber estado en sistemas tan distintos que, desde la historia de manual, parecería que están enfrentados. Sin embargo, tengo la posibilidad de hacer una síntesis y trato de inculcarles a mis alumnos que no se pongan ninguna camiseta, que no se encolumnen detrás de nadie, sino que busquen su propia síntesis."
- La vida compartida
De Pablo Caramelo
Abasto Social Club, Yatay 666.
Viernes, a las 23.
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