Tras el escándalo, el Teatro Real de Madrid habla de "sensación de incomodidad"
Domingo, 20 horas, Madrid. Los espectadores ubicados en el Teatro Real gritan "¡seguro!", "¡seguro!". La tercera función programada de la ópera Un ballo in maschera, de Giuseppe Verdi, no puede iniciarse. La convención del silencio entre público y artistas se rompe. Los griteríos y aplausos en señal de protesta porque en el sector del paraíso hay hasta quince espectadores seguidos sin butacas vacías entre ellos se expande aún hasta en las plateas, en donde todo parece estar más prolijo. Veinte minutos después de la hora establecida se anuncia que aquellos espectadores que no estuvieran de acuerdo con su recolocación se les devolvería el importe de las entradas; pero no hay forma, la proteste continúa.
A lo largo de 50 minutos el maestro Nicola Luisotti intenta en varias oportunidades arrancar con la partitura de Verdi, pero tampoco hay manera. Ante las protestas por el supuesto exceso de aforo llega la policía que, según se dijo, certifica que se cumplen las medidas de restricción adoptadas debido a la pandemia. Pero tampoco. Hasta que la función se cancela y la acción de protesta se traslada a las redes, a la prensa, a las autoridades de la sala y a la política en medio de ese largo y complejo mecanismo de recuperar la confianza del público en la era de la nueva normalidad.
Ayer, como fue consignado por LA NACION , los directivos de sala emitieron un comunicado y dieron una conferencia de prensa durante la cual afirmaron que se cumplió con el protocolo establecido. "La sensación de incomodidad de una parte del público obedece a que no era consciente de que la normativa ha cambiado –aseguró Ignacio García-Belenguer, director general del coliseo madrileño–. La evolución del criterio sanitario a nivel mundial ha ido del metro y medio sin mascarilla al actual 75 por ciento de aforo, sin distancia y con mascarilla, igual que sucede en el transporte público, aviones y trenes. Ahí nadie boicotea y pide que se paralice el tren e impide que no arranque". Pero en la histórica sala lírica sí se paralizó la función de abono del domingo.
"El público debe saber lo que se va a encontrar cuando va al teatro porque solo así va a sentirse seguro. Llevamos meses trabajando en ello, lanzando campañas para transmitir confianza a los espectadores y pidiendo al ministro de Cultura que medie con las comunidades", sumó su voz Jesús Cimarro, presidente de la federación de empresarios teatrales Faeteda, quien considera que "no se puede estigmatizar al sector por un incidente excepcional". Pero el cambio de protocolo parece generar confusión en los espectadores. Hasta, aún, que existan distintas realidades sanitarias en una misma ciudad. De hecho, esta misma semana hay regulaciones distintas en Madrid: en 37 áreas el tope en salas es del 50 por ciento y, en el resto, es del 75 por ciento. Y hay diferencias entre lo que sucede en la capital o lo que sucede en Barcelona. Mientras el Teatro Real se ve envuelto en esta polémica, en Cataluña se acaba de aprobar la ampliación del aforo permitido en teatros y cines de Barcelona (del 50 por ciento se pasó al 70 por ciento) porque la situación sanitaria en Barcelona es muy distinta de la segunda ola de contagios que azota a Madrid.
"Las circunstancias normativas son cambiantes, la pandemia nos lleva a trabajar en la incertidumbre y has de ir adaptando las medidas. Pero la percepción del usuario ha de ser de seguridad. Es tan importante tener seguridad como tener sensación de seguridad", aseguró Valentí Oviedo, director general del Gran Teatre del Liceu, en una nota publicada en el diario La Vanguardia. Los responsables de Cultura de la Generalitat marcaron su diferencia con lo sucedido en la sala de ópera madrileña. "La gente no estará nunca acá codo con codo", afirmaron marcando terreno.
"El reglamento se cumplió, pero entendemos que la sensación subjetiva de seguridad es otra cosa. Vamos a trabajar para que no vuelva a ocurrir", aseguró el lunes Gregorio Marañón, presidente del Real. Hoy, la sala emitió un nuevo comunicado en el cual informa que ha decidido limitar a un 65 por ciento el aforo mientras continúa con las medidas sanitarias ya establecidas (alfombras desinfectantes, gel hidroalcohólico, oferta de mascarillas y medición de temperatura en todos los accesos al teatro, entre otras) Y ante la realidad madrileña con barrios en distintas faces informó que los espectadores con residencia en las zonas de semiconfinamiento delimitadas por la Comunidad podrán recuperar el importe de su localidad acreditando la dirección postal de su domicilio.
Las fotos del domingo con el público de la platea preservando el distanciamiento preventivo y el contraste con los ubicados en el paraíso, que se veía casi completo dejó latiendo la idea de un hecho discriminatorio. "No hay un problema de lucha de clases en el Teatro Real", aseguró Marañón. La crónica del diario El Mundo destaca que cuando le consultaron sobre una supuesta mano negra que hubiese orquestado las protestas, aseguró: "No me interesa saber las razones... La condición humana es muy plural".
Mañana, el maestro Nicola Luisotti volverá a estar frente a la batuta. El trío de primeras voces integrado por Michael Fabiano, Anna Pirozzi y Artur Rucinski intentará nuevamente cumplir con la partitura de Giuseppe Verdi, el primer estreno de esta extraña temporada en el Teatro Real en tiempos de coronavirus, protocolos, supuestas manos negras y este nuevo factor que tomó un claro protagonismo: la importancia de que el espectador tenga la sensación de seguridad, de que se sienta cuidado para ser parte del rito.
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