Una Antígona que expone un nuevo dolor
MONTEVIDEO.– "No hay futuro al precio del olvido. Lo sé como alemán cuyos abuelos fueron, en parte, nazis. Si hay algo que los alemanes aprendimos de nuestro pasado homicida es esto: la elaboración del pasado es algo necesario y no se puede hacer de una manera general y magnánima, sino en una forma muy meticulosa, precisa y justa. No existe alternativa. Sólo así le daremos una oportunidad al perdón, y tendrá sentido seguir viviendo." La frase pertenece al director alemán Volker Losch y aparece en el programa de mano de Antígona Oriental, que el pasado fin de semana se estrenó en el teatro Solís, de Montevideo.
Producido por el Instituto Goethe, el proyecto –una recreación de Antígona, de Sófocles, que cuenta con dramaturgia de la uruguaya Marianela Morena– posee una particularidad: está interpretada por un grupo de actores y el coro está integrado por 19 ex presas políticas, hijas de ellas y exiliadas de la última dictadura militar. Losch es un reconocido especialista en este tipo de experiencias. Ha dirigido en los más importantes teatros de Alemania y siempre cruza piezas clásicas con individuos que, sin ser actores, buscan en escena reivindicar algo de su condición social y que está siendo humillada o castigada en tiempos contemporáneos. ¿Por qué Volker Losch genera este tipo de propuestas?: "Porque los textos contemporáneos no me eran suficientes, los autores sólo apuntan a segmentos muy pequeños de la realidad. No se escriben más obras que describan los grandes proyectos sociales y eso tiene algo que ver con los tiempos, con la globalización, uno solo piensa en segmentos chiquititos y no ve ya el conjunto, lo grande. Por eso la combinación de las grande obras clásicas, que todavía aportan eso, con las impresiones personales de las personas reales me pareció concluyente", expresó el creador al semanario uruguayo Voces.
La ciudad de Montevido inicia su tiempo de Carnaval. Por la avenida 18 un numeroso público sigue el paso de las agrupaciones de carnaval (murgas, comparsas, parodistas, etcétera). La algarabía es mucha. Pero, en el extremo sur de la ciudad, donde la calle principal comienza, está emplazada la Casa de Gobierno y, en frente, el teatro Solís, que depende del municipio. En ese gran escenario se produce el estreno de Antígona Oriental. A la misma hora en que la calle está inundada de ruido, de papel picado, de unos mascarones enormes y unos tamboriles que no paran de sonar.
Esa vitalidad, por estos días, hace a Montevideo una ciudad más provocadora. En el escenario, Antígona (Victoria Pereira) e Ismena (Sofía Espinosa) se enfrentan por la decisión de la primera de enterrar a su hermano muerto. El coro aquí no advierte sobre los hechos por venir, no comenta la acción. Las mujeres, a veces en grupo, otras en soledad, dan testimonio del dolor que sufrieron en tiempos dictatoriales, cuando fueron detenidas, torturadas, cuando parieron a sus hijos en cautiverio o fueron forzadas al exilio.
El alegato es estremecedor y resuena más porque la sociedad uruguaya, a través de dos plebiscitos, decidió que el pasado no se revisa. Las mujeres en escena, en un momento, le hablan al presidente Pepe Mujica; denuncian ante él con nombre, apellido, rango militar en su momento y localidad en la que hoy viven, quiénes fueron algunos de los responsables de tanta humillación. Allí el espectáculo adquiere un valor documental impresionante.
Si la actitud de Antígona, al cabo de los años continúa llevándonos a profundas reflexiones, en este espectáculo, ese mensaje se hace carne y desde allí se proyecta con una fuerza inusitada. Desde arriba, ya sobre el final, caen fotografías de algunos desaparecidos. Creonte (que aquí está triplicado y es interpretado por Sergio Mautone, Bruno Pereyra y Fernando Vannet) recorre la platea pidiendo perdón por su decisión inhumana. El público que ha colmado la sala del Solís, aun en los ámbitos más altos, aplaude de pie, consciente de que esa sociedad debe aun una reivindicación a ese sector, no mayoritario es cierto, pero que todavía hoy espera ser atendido.
Hemón (José Pedro Irisity) habla en su alegato final sobre la actualidad. Recorre imágenes de la política internacional casi reciente y reubica su discurso como personaje y el discurso de este proyecto en un contexto más global contemporáneo. Las imágenes con las que se salen de la sala son muchas y, claro, muy dolorosas. Volker Losch ha vuelto a confirmar su procedimiento de trabajo.
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